Alimentación complementaria: ¿Cuánto tiene que comer mi hijo? (II)

Alimentación complementaria: ¿Cuánto tiene que comer mi hijo? (II)
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Una vez comentado, hace dos días, que los niños saben cuánto necesitan comer entraré a explicar las recomendaciones para que todos los niños y niñas coman y crezcan normalmente por si aún quedan mamás que sigan dudando de las capacidades de los niños.

Hay una frase muy sabia que dice que: “No existe ningún animal en la faz de la tierra que muera de inanición teniendo comida a su alcance”.

Extrapolándola a nuestros hijos sería una manera de decir que, aunque parezca que no coma nada, está comiendo y que, mientras tenga comida ante sí, no se va a desnutrir.

Vayamos pues con las recomendaciones que deberíamos tener en cuenta a la hora de ofrecer la alimentación complementaria a un niño:

Debemos darles pequeñas cantidades sin forzar. Los primeros días, sobretodo, el acto de comer se destina más a que niño y alimentos se vayan conociendo que a otra cosa. El roce hace el cariño (dicen) y en las primeras citas no es conveniente ir “a saco”.

Poco a poco, pasados los días, irá comiendo un poquito más (o no). Debemos respetar su hambre o su falta de ella (y esta recomendación vale para todas las edades, sean 6 meses o 12, 2 años o 5) y si gira la cabeza, aprieta la boca o escupe el alimento porque no quiere más deberíamos dejar de ofrecerle.

Nada de aviones, nada de “esta por mamá y esta por la abuela”, nada de dos cucharadas más y te dejo… Si no quiere más es porque no necesita más.

Pensad por un momento la típica comida en casa de aquella suegra, abuela o conocida, que llena los platos hasta el infinito y más allá. Ese hogar donde odias ir a comer porque si no te lo comes todo te miran como si fueras un canijo enclenque desagradecido. Ese plato que observas tras un suspiro y un “desabroche” de cinturón y pantalón y esa frase: “¿No comes? ¿Es que no te gusta?”.

Pues por ahí van los tiros. Cada vez que intentamos que nuestros niños coman un poco más porque “venga, que está muy bueno”, porque “venga, que tienes que crecer”,… cada vez que hacemos esto nos convertimos en esa señora, comida tras comida, día tras día.

Forzar a un niño a comer supone que haga cosas en contra de su voluntad y obligar a alguien a hacer algo es la mejor manera de que desprecie hacerlo (aún recuerdo cuánto me gustaba leer hasta que en el colegio me empezaron a obligar a leer, como ya os contara ayer).

Hay momentos en que una norma supone una obligación que debe ser cumplida, pero comer la cantidad que a una madre (o padre) le parece que su hijo tiene que comer, no es una norma.

Comer es un acto de necesidad alimenticia, pero es sobretodo un período de aprendizaje y de amor. Culturalmente se asocia el comer a celebraciones, a momentos de reunión, de reencuentro, de compartir un momento (quedamos para cenar, quedamos para comer,...). La comida supone un elenco de sabores, texturas y colores que suponen uno de los grandes placeres de la vida.

La mejor manera de que se tenga un buen concepto de la comida es que sea un momento de cariño y de contacto madre (padre) e hijo, que hablen y que el niño disfrute con lo que coma (aunque lo ponga todo perdido).

Foto | Flickr (Wonderma)
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