¿Debería considerarse la leche artificial un medicamento? (VI)

¿Debería considerarse la leche artificial un medicamento? (VI)
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¿Debería considerarse la leche artificial un medicamento? No hay respuesta tajante. No la hay. No se debe limitar la libertad de las mujeres a la hora de decidir si quieren dar el pecho, pero tampoco hay que negar que la leche artificial no es el mejor producto con el que alimentar a sus hijos, que se relaciona con índices superiores de algunos problemas de salud, que es imposible conocer su efecto a largo plazo y que su composición no es la misma que la de la leche humana viva.

La leche artificial alimenta. De hecho, yo no estaría aqui si no lo hiciera. Aunque me faltaron muchas enzimas, hormonas y compuestos vivos, aunque la leche que me dieron no es igual que la materna, aqui ando. Ahora hay mejores controles y una mayor investigación para mejorar la leche artificial, pero sigue siendo necesario mejorar el conocimiento de sus efectos y garantizar que se producirá y se comercializará con absoluta seguridad, pues de ella dependen miles de niños.

Vamos a hablar ahora del etiquetado de este producto y de la forma en la que podría afectar a las familias considerarlo un medicamento, o, al menos, ampliar las exigencias sobre su fabricación, promoción, información sobre efectos constatados científicamente.

El etiquetado de la leche artificial

En el etiquetado de estas leches podemos encontrar información sobre su composición y sobre los productos que se le añaden pero no sobre el origen de estos. Las grasas que se añaden, los minerales y vitaminas, no proceden de la leche de vaca. ¿Saben los consumidores de donde se sacan exactamente o que tipo de alimentación tienen las vacas productoras? Yo lo habría querido saber.

En este sentido encuentro a faltar una información rigurosa, tanto en las consultas médicas como en el etiquetado del producto sobre los efectos negativos científicamente aceptados sobre este tipo de alimentación sobre la salud o sobre que no se garantiza, excepto en las fórmulas líquidas, su esterilidad.

La leche artificial no estará libre de compuestos químicos indeseables, pues no se puede evitar la exposición de cualquier ser vivo a los pesticidas y otros venenos del medio ambiente, pero sin duda, la obligación de un control estricto de la alimentación de las vacas productoras y su estabulación, o mejor, la obligatoriedad de alimentarlas con productos biológicos y mantenerlas al aire libre, mejoraría la calidad del producto final.

No se me ocurre otra etapa en la vida más importante para controlar el orígen de la leche y de lo que se le añada que este primer año de vida, en el que la leche es el nutriente exclusivo primero y primordial después.

Todas las disposiciones legales sobre la leche artificial están reguladas por el Real Decreto867/2008, de 23 de mayo, por el que se aprueba la reglamentación técnicosanitaria
específica de los preparados para lactantes y de los preparados de continuación.

La leche artificial para las familias

Si se pasase a considerar la leche artificial un medicamento, primero, los controles antes de comercializarlo y mientras está en el mercado podrían ser mucho mayores y mayores también las exigencias de investigación científica previa a su autorización.

La leche artificial es necesaria para la supervivencia de un bebé que no puede ser amamantado, y, dicho esto, una vez se ha trabajado de verdad para conseguir el mantenimiento de la lactancia o se decide, libremente, dar biberón, los padres que necesitan comprar este producto tendrían derecho a pedir que se reconociera la responsabilidad económica del sistema de salud en su compra, pudiéndose llegar a pedir que fueran incluído en los medicamentos que paga la Seguridad Social.

Comprar leche artificial es caro. Puede suponer aproximadamente unos 600 euros al año, dinero que cualquier padre gasta gustoso en alimentar a su hijo, pero que, si se demostrara que es comprado por una causa médica real que impide la lactancia natural, les debería dar derecho a recibir ayudas para cuidar de ese niño.

Voy más allá, incluso nos encontraríamos con que existieran leches artificiales genéricas, en las que el beneficio para el fabricante no sea lo que marca su precio, sino que fuera fijado para que todos pudieran acceder a ellas sin grandes costes añadidos. Eso es perfectamente posible hoy en día, pero no se puede hacer pues es un alimento con el que empresas, con intereses comerciales sobre un producto de necesidad absoluta, se benefician de forma muy evidente.

El dinero que se gana con este negocio es enorme y es mayor cuantos más niños no son amamantados.

No podemos ignorar que hay familias sin recursos económicos que se ven obligadas a comprar esta leche gracias a la caridad. Si se reconociera que hay una causa médica para necesitarla, como se reconoce en otras funciones fisiológicas que no son posibles, tendrían derecho a ella directamente.

Lactancia y libertad

Sin duda la leche artificial es un alimento, pero un alimento que substituye lo que el cuerpo humano produce naturalmente. Los niños necesitan leche materna o leche artificial si la primera no está disponible, aunque sea una copia en absoluto perfecta.

Es innegable que dar el pecho es un derecho y ninguna medida externa debería limitar su libertad de elección, aunque sea deseable que las campañas de información y promoción de la lactancia sean mejores y más efectivas, asi como que el sistema sanitario ofrezca la ayuda de profesionales capacitados en lactancia materna. La libertad de elegir solamente se ejerce si se ofrece toda la información y la ayuda efectiva para amamantar, que es lo natural en los seres humanos.

Explicar lo que es en realidad la leche artificial, lo que lleva y la forma en la que se controla no es un ataque a la libertad de las madres, es indispensable para que puedan ser libres, porque no hay libertad sin conocimiento.

Y al final, me queda sin respuesta cerrada mi pregunta sobre si sería beneficioso para las familias, la salud pública y para los bebés el que la leche artificial pasará a ser considerada un medicamento.

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