Llegó el momento. Papá, antes de hacer nada unos pequeños consejos

Llegó el momento. Papá, antes de hacer nada unos pequeños consejos
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Ha llegado el esperado momento, el bebé está en camino y parece que ahora si que no hay marcha atrás. En estos momentos serás un manojo de nervios y espero que estos consejos puedan ayudarte un poco.

Los agobios se dejan en casa

"Si no puedes mantener la compostura, mejor no estorbes." No pasa nada sino puedes con los nervios, si justo en el momento en que suena el pistoletazo de salida tu andas por casa como pollo sin cabeza, siéntate y respira, intenta calmarte y si ves que no puedes, quédate en un lado y ve llamando a un taxi (y tranquilo, eso si puedes hacerlo).

Si fumas, hazlo antes de entrar al hospital y cárgate de nicotina porque probablemente van a pasar unas cuantas horas antes de que veas la calle, que sutilmente quiere decir, que mejor que no te separes de ella en las próximas horas. Y si ella fuma mejor ni mentar el tabaco. Créeme, la mezcla de dolor por contracciones, el cansancio de los últimos metros, los nervios y la falta de nicotina es un coctel letal.

Evita frases del tipo: "parece que no te duele tanto", "seguro que nos mandan para casa", "seguro que si entro me mareo", "necesito un café", "espera que ahora vuelvo". Si no quieres ser fulminado con la mirada y apaleado con la percha del gotero mejor mantén la boca cerrada.

¡La adrenalina es la leche! En el momento del parto, el cuerpo de tu pareja empieza a segregar todos los estupefacientes naturales que sabe producir. Seguro que muchas te suenan, son esas que terminan en "ina" y van dentro de una frase que no entiendes ni la mitad. Entre ellas está la adrenalina, que va a hacer que ella tenga un pelín más de fuerza de lo habitual, un poco solo, pero suficiente para dejarte la mano sin riego sanguíneo durante media hora, no te preocupes y sigue dándole la mano, el riego volverá y para que comience la gangrena los tejidos tienen que estar sin oxígeno durante horas. Eso si, procura que sea la mano, o el brazo lo que agarra, ¿me entiendes no? No serías el primero que termina haciendo un cameo a lo Steve Martin.

Que entres en el hospital no implica que todo haya terminado. Digamos que te acabas de pasar una fase del juego y ahora empieza otra. Cuando llegamos al hospital, todos más o menos pensamos, o al menos lo deseamos ferviertemente, que todo termine pronto y por tu cabeza empieza el primer pase del peliculón de tu vida. Algo más o menos así: - Enfermera, mi mujer está de parto. Media docena de médicos se acercan corriendo para recoger a tu mujer de tus brazos mientras la dejan en una camilla. - ¡Pero si ya casi está fuera! ¡Rápido al paritorio! Venga con nosotros, el enfermero X no ha llegado, tendrá que ayudarnos. Un rato (corto) más tarde tenemos al bebé en brazos de la madre mientras el cirujano jefe del hospital nos felicita por el trabajo realizado.

Lo que sucede en realidad

Una vez llegues a la sala de espera, te va a tocar contarle a quien sea que en ese momento esté de guardia el evidente motivo de la visita. Es posible que acto seguido y tras las comprobaciones de rigor, como verificar que el proceso se ha iniciado y no venís desde la otra punta de ciudad por vicio, os pasen al interior para monitorizar al bebé mientras os busca aposento, lo que puede durar entre 15 minutos y algunas horas. Cuando todo esté listo y después de haber recibido más visitas que un político en el previo a unas elecciones iréis al paritorio para que una eternidad después (no es que haya pasado mucho, es que a estas alturas los segundos duran meses) podáis disfrutar de vuestro recién estrenado hijo.

No es momento para reflexionar sobre si el nombre del bebé te gusta, o si hubieras preferido niña, de verdad, ya es tarde para eso. Podéis hacer una quiniela sobre cómo será mientras pasa el tiempo, eso podrá distraeros, pero nada de debates fundamentales en estos momentos.

Y por último, aunque no menos importante. Confiad, lo vais a hacer muy bien.

Foto | IBelieve

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