¿Por qué es bueno que los niños estén con otros niños?

¿Por qué es bueno que los niños estén con otros niños?
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Hay algunas decisiones que provocarán que un niño crezca acompañado de adultos o de más niños. Los hijos únicos, sobre todo si son el primer nieto o sobrino que aparece en la familia en muchos años, suelen ir más tarde a la guardería y quedarse con los abuelos o los tíos más tiempo. Aunque ésto no sea negativo, en mi opinión es mejor facilitar otro tipo de contactos, de ahí la pregunta de “¿Por qué es bueno que los niños estén con otros niños?”.

Siempre fui un defensor de la crianza materna o paterna exclusiva hasta los tres años. Es decir, organizar económicamente a la familia para que uno de los progenitores pueda cogerse una excedencia completa y evitar la utilización de guarderías y de los abuelos de forma continuada.

Los tres años no es una fecha al azar, sino que suponen el rango de edad de la educación emocional. En este periodo se modela la confianza en sí mismo del niño, su autoestima y su autoimágen. No quiero decir que más adelante no puedan modular estas capacidades, sino que es un periodo extremadamente sensible.

Ahora, después de dos hijos y una tendencia a ver las cosas con más perspectiva y menos extremismos, noto las carencias de educar de forma individual a un niño.

  • Las oportunidades de aprendizaje no son tan espontáneas con un adulto, como con otros chavales de su edad, con los que surgen continuamente iniciativas que ayudan a madurar en el plano físico, intelectual y emocional.
  • Los adultos, tendemos a “aprovecharnos” de los niños, a buscar en ellos un afecto que nos hace sentirnos queridos. El problema es que le damos al niño el rol forzado de satisfacernos emocionalmente con solicitudes del tipo “dame un beso”, “haz eso tan gracioso…”, “te he contado que el chiquitín ya sabe…”, con lo que fomentamos en el un papel de actor en el centro de la acción del adulto que no le ayuda a aprender a relacionarse con sus iguales.
  • Entre los niños, los roles que surgen van cambiando continuamente, enriqueciendo sus vivencias. Cuando está con chicos más pequeños, asumen el papel de organizadores y directores de juegos. Cuando están con chicos mayores, se dejan llevar (a veces) y cuidar.

Para concluir, aunque tengamos la suerte de poder ofrecer a nuestros hijos una primera infancia con una persona de referencia y con un entorno en el que tenga identidad propia (que no haya un adulto por cada 15 niños), no debemos dejar de lado las experiencias entre otros niños más o menos de su edad en parques, centros lúdicos u otro tipo de oportunidades (como la playa o los jardines).

Foto | Flickr (Pete4ducks)
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