Cuando llega la hora de acostarse, desde que el niño se va a la cama hasta que se duerme puede pasar un largo rato. Comienza el ritual de los paseos, como suelo llamarlo.
Basta con acostarlos para que a los cinco minutos aparezcan pidiendo un vaso de agua o el último beso de las buenas noches, que tienen calor, que tienen frío, cualquier excusa es buena para no estar en la cama.
Con toda la paciencia del mundo los llevamos una y otra vez, sin embargo hay veces que es imposible hacer que permanezcan en su cama.
Les comento algunas recomendaciones que pueden ser útiles para que aprendan a quedarse en su cama una vez que los acostamos.
Por ejemplo, lo que yo suelo hacer con mi niña después de contarle un cuento es decirle que tengo que ir a ordenar la cocina, o a ponerme el pijama y que enseguida vuelvo a darle un beso.
Así, se queda tranquila en su cama mientras me espera y hay veces que se queda dormida. Cada noche alargo un poquito más el tiempo de espera.
En el mismo sentido, he encontrado en Psicología Online un sistema similar de recompensa. Consiste en colocar un despertador al lado de la cama del niño y decirle que volverás antes de que suene, gratificándole con una recompensa si permanece en la cama, un masaje, su postre preferido al día siguiente, lo que sea. Así, ir alargando el tiempo del despertador.
Por último asegúrate de que el niño tenga a mano todo lo que necesite para la noche, en mi caso, su disco de cuentos sonando, un vaso de agua, un pañuelo y su oso favorito.
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