Mis tres experiencias con el porteo y los portabebés que recomiendo

Mis tres experiencias con el porteo y los portabebés que recomiendo
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Hoy finaliza la Semana Internacional de la Crianza en Brazos, y al igual que hice en su momento compartiendo mis tres historias de lactancia con motivo de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, hoy me gustaría compartir mis tres historias de porteo.

Descubrir el porteo supuso para mí un antes y un después, y sin duda es algo que recomiendo que ninguna madre o padre se pierda. Portear a un recién nacido es una sensación indescriptible, hacerlo con un bebé que sonríe y da grititos de emoción cuando te ve anudarte el portabebé es fascinante, y llevar a un niño más mayoricto es divertidísimo. Sin duda, ¡todas las etapas aportan algo único!

Mi primera experiencia de porteo fue nefasta

Una de las primeras cosas que compré cuando nació mi hijo hace ocho años, fue curiosamente una mochila de porteo. Tenía muy claro que quería llevarle pegadito a mí a todas partes y me moría de ganas de experimentar aquella sensación.

La primera vez que puse a mi bebé en la mochila él tenía dos meses. Yo estaba ilusionada pero mi hijo se pasó todo el paseo llorando. Tanto es así que finalmente acabé sacándole de la mochila y llevándole en brazos.

¿Qué pasó? ¿Por qué parecía estar tan incómodo? Lo intentamos de nuevo varios días después, semanas e incluso meses. Pero siempre se repetía el mismo patrón: meterle en la mochila, comenzar a llorar y sacarle a los cinco minutos para llevarle en brazos o en el carrito.

Cuando cumplió los seis meses, le puse por primera vez en la mochila mirando hacia afuera. Nos fuimos a dar un paseo por la montaña y el carrito me resultaba bastante incómodo, así que me colgué a mi bebé y aunque aquella fue la primera vez que no lloró, lo cierto es que acabé con tal dolor de espalda que decidí que ya había llegado el momento de desterrar para siempre aquel portabebé.

portabebé

Dos años después, supe que la mochila que con tanto amor había comprado era una mochila "colgona", es decir, no ergonómica. La postura que mi bebé se había visto forzado a llevar al meterle en la mochila no era la correcta, no respetaba su fisionomía y tampoco mi espalda.

En aquel momento comencé a saber más acerca del porteo ergonómico y de que no vale cualquier portabebé para llevar correctamente a un peque.

Porteo para aliviar el reflujo

Cuando mi segunda hija nació, mis conocimientos sobre porteo ya eran bastante amplios y tenía en mi haber una mochila ergonómica y un fular elástico.

Mi experiencia con el fular fue, simplemente, maravillosa. Comencé a usarlo tan pronto desaperecieron los dolores de mi cesárea y allá donde iba, llevaba a mi niña siempre así. La calidez, ternura y cercanía que aporta la tela del fular es algo maravilloso y sin duda, desde mi experiencia, considero que es el mejor portabebé para llevar a un recién nacido.

Además, conocí las ventajas de portear dentro de casa y de tener las manos libres para jugar y atender a mi hijo mayor o incluso para trabajar.

Por otro lado, mi pequeña tuvo un reflujo bastante acusado y fue nuestra propia pediatra quien me recomendó portearla siempre que pudiera para aliviar sus síntomas. La posición erguida que adoptaba mi bebé en el fular y la mochila, y el contacto continuo piel con piel, la tranquilizaban y hacían sentir mejor.

Durante mucho tiempo estuve alternando el porteo en fular con la mochila ergonómica, y en su primer verano incorporé también la bandolera de agua, un maravilloso invento que nos permitió disfrutar del baño en la playa y la piscina con seguridad, cercanía y muchos mimos.

El porteo, una gran ayuda para una tri-madre

Y si todos los que porteamos coincidimos en afirmar que el porteo supone una gran ayuda a la hora de liberar las manos para poder ocuparnos de otras cosas, cuando tienes tres o más hijos creo que el porteo se convierte en una necesidad insdispensable.

Mi niña mediana y mi tercer bebé se llevan tan sólo 17 meses por lo que no concebía otra forma de salir a pasear con mis tres hijos, que porteando siempre a uno de ellos.

Alternaba el porteo de mi bebé con el de mi hija mediana y sumé, además, la experiencia de portear en bandolera. A medida que mi niña fue creciendo, los ratos de porteo se centraron exclusivamente en mi pequeño, pero a raíz de comenzar el cole y de ir siempre con prisas a todos los sitios, he descubierto que portear a niños mayores también se puede.

Mi hija tiene ahora tres años y medio, y siempre va al cole en su mochila. Me la pongo a la espalda para empujar el carrito del bebé, y mientras cantamos, bromeamos o contamos cuentos, el camino al colegio se hace más llevadero y divertido. Además, confieso que me encanta sentirla cerquita de mi cara, acariciándome el pelo y dándome besitos consquilleros en la nuca.

El porteo entró en mi vida de una forma arrolladora y aunque no conseguí vivirlo con mi hijo mayor, las dos experiencias posteriores que he tenido han sido y están siendo realmente maravillosas.

Para aliviar los síntomas de reflujo, para bañarnos en el mar o pasear por la montaña, para trabajar mientras llevo a mi bebé pegadito a mí o simplemente, como parte del día a día, el porteo ergonómico es algo que recomiendo encarecidamente a todas las mamás.

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