Curso de maternidad y paternidad: el concepto de indefensión aprendida

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Seguimos hoy con nuestro Curso de Paternidad y Maternidad. Vamos a hablar de la indefensión aprendida y, por supuesto, de como podemos evitar los comportamientos que la produzcan en nuestros hijos.

En el vídeo con el que presento el post creo que el esquema queda bastante claro. Una profesora divide a su clase en dos grupos sin que ellos lo sepan. Les da a todos un ejercicio sencillo, pero a un grupo le da unas preguntas sencillas y al otro, primero, unas complicadas. Todos creen tener las mismas preguntas.

A medida que va solicitando las respuestas es evidente que unos aciertan y otros no. Al final, cuando las preguntas serían sencillas y son, ahora si, todas iguales, el grupo que había tenido una prueba más fácil sigue respondiendo. El otro vacila y no encuentra la solución. Han perdido la confianza en ellos mismos.

Tan rápidamente como eso la profesora a conseguido que los que repetidamente fallaban al principio sigan fallando después, y explican que se sentían tontos, poco válidos y percibían, aunque fuera algo subjetivo, que los demás los percibían como diferentes o inferiores.

Apliquemos, si nos es posible, este experimento nosotros y seguramente obtendremos resultados parecidos. Sin embargo, hay algo que sin hacer este ejercicio, seguramente sabemos: nuestras conductas y la forma en la que nos vemos o afrontamos los retos estarán influídas por nuestras experiencias en el pasado. A los niños les sucede igual y son, lógicamente, mucho más vulnerables a la indefensión aprendida.

Intentar las cosas y conseguirlas, por ensayo y error, es la forma natural en la que aprendemos. No es muy común que algo salga bien a la primera. Los niños, desde que comienzan a relacionarse con el entorno, tendrán que superar retos, aunque al comienzo fallen.

Más bien vamos ser un factor defensivo contra la indefensión aprendida, apoyando los esfuerzos, valorándolos y nunca etiquetando al niño de forma negativa.

La indefensión aprendida

La teoría de la indefensión aprendida fue postulada por el psicólogo Martin Seligman. Realizó un experimento con perros. Los dividió en dos grupos y todos les hacía sufrir descargas eléctricas. Pero unos podían librarse de ellas accionando una palanca y los otro no podían hacer nada para librarse de ellas.

Luego reunió a todos los perros. Volvió a encerrarlos y a darles descargas, pero esta vez la forma de librarse era simple: saltar una valla. Los perros del primer grupo salieron, los otros se quedaron, se había quedado marcado en su cerebro el que no podían hacer nada para escapar del sufrimiento. Habían aprendido que estaban indefensos y que nada que hicieran les salvaría.

La indefensión aprendida en los humanos

La indefensión aprendida también la padecen los seres humanos. Las personas sometidas a tortura es un ejemplo muy evidente, muchas dejan de creer que pueden escapar y que no depende de ellas el salir de esa situación. También es evidente en el caso de niños o adultos que sufren maltratos reiterados.

Cuando una persona se enfrenta a una situación angustiosa y, a pesar de intentarlo, nada la lleva a superar el problema, termina sin buscar una solución. Ha aprendido que no depende de él salir airoso y deja de luchar. Eso desemboca, en los seres humanos, en agotamiento, enlentecimiento, tristeza, pasividad y hasta en depresión.

El pensamiento negativo está escondido siempre, listo para entorpecer cualquier acción.

Si vemos este experimiento desde el punto de vista opuesto, como posteriormente desarrollaron Seligman y sus colaboradores, podemos también señalar que podemos evitar la indefensión aprendida ofreciendo a los sujetos técnicas de control sobre los sucesos. En aquel caso, la palanca de los primeros perros. En el caso de nuestros hijos, una crianza positiva y mensajes optimistas que refuercen su concepto de control sobre los acontecimientos.

Los niños ante los retos

Los niños pequeños, en sus primeros años, se enfrentan a grandes retos. Aprenderán a andas y a hablar. Necesitan esforzarse y fracasar para lograrlos, y precisamente, conservando unas normas de seguridad, los padres pueden ayudarles mucho, permitiéndoles enfrentarse al fracaso y al nuevo intento hasta que hagan frente al desafío y lo superen. Es decir, tenemos que darles esa palanca, la de saber que pueden conseguir el control de lo que les rodea.

Demos control al bebé

Respecto a la crianza hay un punto más que comentar, y que enlaza con los temas en los que hemos hablado de los métodos o ideas que promueven el que no se atienda a un bebé que reclama atención de sus padres, mimos, sueño acompañado o brazos. La perturbadora y peligrosa idea de que los bebés nos manipulan, o nos quieren controlar, conlleva un estilo de respuesta en los padres que, naturalmente, se traduce en el mecanismo básico de la indefensión aprendida.

Los niños, desde que nacen, relacionan sus acciones con el resultado deseado. Un bebé que quiere ser tomado en brazos, algo, que, por otro lado, necesita para su bienestar emocional, llorará. Lo hará sea de día o de noche. Lo hará le apetezca o no al adulto atenderlo cesando sus otras actividades. El llanto es su manera de comunicarse y de obtener el resultado buscado, la atención del adulto.

Necesitan saber que tienen capacidad de control sobre lo que les sucede, y que pueden vincular sus actos con el resultado. Si les negamos el control, les negamos la capacidad de concebirse como capaces de controlar el entorno.

Pero si no hay control ni vinculación entre acción y resultado, o si estas no son coherentes, el resultado es la sensación de falta de control, de indefensión. No vale la pena llorar, no van a venir. No puedo hacer nada para conseguir ser acunado en mitad de la noche. La pasividad hace su entrada y el niño deja de manifestar sus necesidades, porque hemos calificado estas de inexistentes o sin verdadera importancia.

Pero si decidimos que no nos vamos a dejar manipular por él, asi que, al final, no nos pedirá lo que necesita. Incluso dejará de llorar tras unas noches solo en la cuna si no lo atendemos. ¿Pará que hacerlo si no sirve de nada, si no controla el entorno para conseguir su objetivo y su necesidad?

Una vez hemos explicado qué es la indefensión aprendida y como podemos inculcarla a nuestros bebés si no les permitimos percibir que son capaces de tener control sobre el entorno con su llanto, veremos en el próximo tema del Curso de maternidad y paternidad, otros aspectos en los que la indefensión aprendida puede afectar a nuestros hijos.

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