Las palabras también hieren‏

Las palabras también hieren‏
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Lo dijimos hace un tiempo ya en Bebés y más: las palabras también hieren, los gritos también hieren y por ello existen campañas antiviolencia como ésta en la que veis a un niño llorando y sufriendo porque las palabras de un adulto, en principio su padre, le ahogan.

Pegar a los niños es la forma más conocida de tratarles mal, de educarles con el uso de la fuerza y de enseñarles a base de toques de atención dolorosos. Los gritos y las palabras hirientes son maltrato también y lo son porque, no habiendo daño físico, el daño psicológico existe.

El grado de daño infringido, lógicamente, es variable. No es lo mismo que un padre grite en un momento de máxima frustración (yo mismo lo he hecho porque hay momentos en que no encuentras otro modo de canalizar el enfado) que otro que grita casi continuamente y no es lo mismo una humillación concreta un día determinado porque ese día no supiste hacerlo mejor, que un niño que recibe humillaciones casi a diario.

Nadie es perfecto

El padre perfecto no existe, ni la madre perfecta tampoco, por eso dudo que nadie pueda decir que nunca ha gritado a sus hijos en algún momento. Pluralizo (sus hijos) porque cuando sólo tienes un hijo es más fácil controlar la situación. Cuando son más de uno la cosa se complica, y no sólo porque a veces se junten para hacer algo aún más gordo, sino porque a veces es uno el que hace daño al otro, es uno el que insulta o desprecia al otro y en momentos así…

Pido perdón

Yo, en momentos así, puedo llegar a perder los nervios porque nunca me ha gustado nada (NADA) que un hermano le pierda el respeto al otro. No hay castigo, no hay cachete educativo, pero si pierdo los nervios puedo llegar a gritarles para que paren inmediatamente, para que dejen de dañarse, de herirse.

Puedo perder los nervios más o menos, según el momento y la magnitud de lo sucedido, pero luego, cuando las aguas vuelven a su cauce, me agacho, me acerco y les pido perdón: “Perdón por gritar, la próxima vez intentaré no hacerlo, pero no podía dejar que siguierais haciéndoos daño el uno al otro porque no se daña a quien se quiere. Hablad, contároslo, explicad qué os ha molestado, pero no os peguéis ni os insultéis. Cuando lo hacéis no os estáis respetando”.

Hay palabras que pueden hacer un daño irreparable

Si os dais cuenta estoy hablando de un grito, de un “basta ya”, de un “parad de una vez”, en el que lo más grave es la fuerza de la voz. Gritar no es recomendable, pero no sólo la forma puede dañar, el mensaje es casi más potente que la fuerza con la que lo digas. Prefiero mil veces que alguien me grite un “ya está bien” a que alguien me diga en voz calma “no sirves para nada”. Lo primero va dirigido a algo que estoy haciendo, probablemente mal, y lo segundo va dirigido a mí, a mi persona, a mi corazoncito, a mi autoestima.

Si empezáis a leer las palabras y frases (en inglés) que ahogan al niño de la foto podréis encontrar cosas como “inútil”, “cerdo”, “no tienes cerebro”, “no vales para nada”, “tonto” y más que no he sido capaz de entender. En casos así, con palabras como estas, da un poco igual si se dicen gritando o no (aunque siempre serán más dañinas si van unidas a un grito) porque por sí solas pueden producir un daño irreparable.

La autoestima de un niño se forma en base a las relaciones que mantiene con sus seres queridos y con personas de su entorno. Si las personas que más tienen que quererle le tratan mal, si le insultan y humillan y le hacen sentir poco o nada querido la autoestima de un niño, su seguridad y su confianza en sí mismo se verán, muy probablemente, tremendamente dañadas.

Respetar a los niños hace que los niños aprendan que tienen que tratar de respetar a los demás. Darles cariño y amor les hace sentirse queridos, plenos y les predispone a ser más cariñosos y amorosos. Humillarles sólo puede ayudar a que aprendan a humillar a otros o a que acaben viendo como normal que cualquiera les humille.

“El cuarto oscuro”

Antes de acabar os dejo un extracto de la canción “El cuarto oscuro” de Skunk DF, que dice mucho en muy pocas letras:

Gracias papaíto por tu herencia,
destrozaste mi inocencia,
los psiquiatras y calmantes no consiguen arrancarte de mi cabeza.

Me has creado un trauma irreversible,
soy una persona inaccesible para el resto de la gente,
estoy ausente.

Foto | Insanity with Dimples
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