Los estereotipos de la identidad sexual

Los estereotipos de la identidad sexual
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Es complicado decidir que podemos hacer para que nuestros hijos no se vean constreñidos por los estereotipos de identidad sexual que impone el ambiente o sufran por ser diferentes.

La mayoría de los seres humanos nacemos con un cuerpo que nos identifica con uno de los dos géneros: hombres o mujeres. Aunque sabemos que esta diferenciación no es algo matemático: hay personas cuyo sexo genético no es el mismo que el aparente, otras que nacen con un cuerpo de un género pero se identifican con el otro desde la primera infancia y otras, por supuesto, que identificadas con su género no se adaptan a lo que la sociedad espera de ellos ni en su comportamiento ni en sus afinidades emocionales o su orientación sexual.

Los niños no deben llorar. Las niñas deben comportarse como señoritas. El rosa es un color de niñas. Los chicos no juegan con muñecas. Ser sensible o cariñoso no es de varones. Las niñas tienen que ser calladas y no subirse a los árboles. ¿Verdad que seguimos escuchando estas cosas?

No creo que sea bueno llegar a extremos como hacer al niño ignorante de su propio género o guardarlo como un secreto, ni que podamos ni debamos aislarlos de las influencias del ambiente, pero si siempre debemos ser conscientes que nuestros hijos son personas únicas, libres, llenas de todas las posibilidades que nuestra inteligencia y sensibilidad dota naturalmente a los seres humanos. Y debemos transmitírselo con firmeza y tranquilidad.

Cuando el ambiente es hostil

Cuando el ambiente es hostil no significa que debamos aislar pero tampoco que debamos exponer a nuestros hijos a agresiones ni valores éticamente peligrosos. Incluso, si es preciso, como hacemos con nosotros mismos, podemos animarles a reducir la relación con personas o grupos donde el machismo y el sexismo imperan.

Yo no me relaciono con quien maltrata animales, ni hace apología de la violencia, ni es agresivo, ni me insulta. Y los niños deben saber que tienen derecho a decidir protegerse de los que les dañan.

Un hogar sin estereotipos ni valoraciones

Un hogar no machista, donde sea cada persona, independientemente de su sexo, la que decida su camino, sus gustos y tome decisiones igualitariamente será el mejor lugar donde cualquier niño debe crecer.

Cuando nuestros hijos se vean expuestos al sexismo, a comentarios sexistas, a estereotipos de género, como sin duda sucederá, nuestro papel es el de darles la seguridad de que hay un lugar donde no se juzga a nadie por su sexo, ni por sus decisiones, ni por hacer cosas que no convienen a su género, ni, por supuesto, por su orientación sexual.

El juego educador

Una buena táctica es ofrecer al niño todas las posibilidades de juego desde pequeño y una relación fluida con su padre y su madre y con otras personas que puedan ayudarles a construir una identidad personal propia, con modelos de comportamiento "masculino" y "femenino" sanos.

Respecto al juego, mi consejo, ofrecer y respetar. No podemos obligar a una niña a jugar al futbol o a los cochecitos, pero si permitirle disponer de juguetes y grupos humanos donde pueda experimentar. No podemos obligar a un niño a jugar a las casitas o las cocinitas, pero si tener muñecos y comida con la que experimentar.

Lo que si aconsejo es vetar, y en eso soy tajante, vetar en nuestro hogar los comentarios sexistas vengan de quien vengan, para que no limiten la libertad de elección del niño. Y respetar sus gustos, sin comentarios favorables o negativos sea lo que sea lo que le guste más.

Las mujeres conducen y corren. Los hombres cocinan y cuidan a sus familias. Ese es el mensaje normal que deben recibir, tanto en lo que se refiere a la experiencia vital como en lo que se refiere a la enseñanza del juego libremente elegido. Usualmente las niñas se inclinan por unos juegos y los chicos por otros, pero dentro de la variedad las posibilidades son infinitas, tantas como personas.

Educación en valores

Otra cuestión más delicada es la forma de adaptarnos a conductas que son consideradas del otro género por la sociedad y que pueden hacer que nuestros hijos reciban, desde pequeñitos, comentarios desfavorables y etiquetas insultantes. No hay niños "maricones" ni niñas "marimacho". Hay niños, igual que hay personas. Y nuestra función como padres es educarlos en valores.

Una estrategia común para todos y muy beneficiosa es favorecer que nuestros hijos sepan valorar a las personas, explicarles la diversidad de los seres humanos, las diferentes culturas, hablarles de personajes que puedan tomar como modelos que hayan sabido vivir independientes de las normas que se les imponían, famosos homosexuales, lesbianas y bisexuales, explicarles que existe la transexualidad y, sobre todo, reforzar la idea de que no hay ni profesiones, ni juegos, ni gustos obligatorios marcados por el sexo con el que nacemos.

Empoderar a los niños

La información es poder. Y los niños necesitan saber que pueden empoderarse de sus propias vidas y vivirlas como deseen, no como otros esperen de ellos.

Hay niños que pasan una época en la que se identifican más con el género contrario, que manifiestan querer ser un chico o una chica cuando "son" lo contrario. Primero aconsejaría revisar que hay en su ambiente que esté forzando esa tendencia, pues a veces, somos los adultos, con la valoración de un estereotipo los que los conduciremos o clasificamos. Luego, repito, siempre respetar y estar atentos a las necesidades de nuestros hijos.

La mayoría de los niños pasan esta etapa pero otros desarrollarán estas actitudes o tendencias con el tiempo. Lo importante es que sepan siempre que los amamos como son, no por lo que espera nadie que sean, ni nosotros mismos.

La idea fundamental es que no debemos crecer con estereotipos, ni con reglas marcadas, que cada persona es libre de vestir, hablar, comportarse y enamorarse de quien decida. Si nuestro hijo no se encuadra en los estereotipos sociales sexuales o en la tendencia general de lo que se espera de la forma de sus genitales ¿importa realmente algo si le ayudamos a crecer como una persona sana, libre y feliz?

Puede que importe, sobre todo en sociedades o grupos todavía muy machistas, pues la presión existirá. Pero, cuando eso exista, nuestro papel como padres será doblemente importante, no solo debemos transmitir una igualdad real, sino un profundo respeto por la individualidad de cada persona. Si los padres aceptamos a nuestros hijos como son y los amamos como son el peso de un ambiente hostil será mucho menor.

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