Qué hace que los niños digan mentiras

Qué hace que los niños digan mentiras
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Creo que no hay ningún adulto en el mundo al que le gusten las mentiras. Todos andamos buscando siempre la verdad de las cosas y todos estamos de acuerdo en que las relaciones interpersonales funcionan mejor cuando hay confianza y sinceridad.

Por eso muchos padres suelen decir a sus hijos esa conocida frase: “lo peor no es que lo hicieras, sino que me mintieras” y lo más curioso es que los padres mentimos bastante en nuestro día a día sirviendo muchas veces nuestro modo de actuar como ejemplo para nuestros hijos, que acaban también mintiendo.

A continuación vamos a ver qué es lo que hace que los niños digan mentiras:

Imitar a los adultos

Como he dicho los adultos mentimos mucho y a menudo lo hacemos en presencia de nuestros hijos. Llamar por teléfono y decir que no podemos ir a algún evento porque nuestro hijo se ha puesto enfermo y el niño darse cuenta que no es verdad, decir que cojeas porque te has hecho daño haciendo deporte cuando te lo has hecho bajando unas simples escaleras (porque estás en baja forma) y explicar las cosas exagerando cuando el niño conoce la versión oficial de los hechos son algunos ejemplos de esto.

Para complacer a alguien o no herirle

También mentimos mucho los adultos en las relaciones con personas conocidas que no son de nuestra confianza plena (y a veces también con personas que sí son de nuestra confianza pero a las que no queremos herir).

Hay personas que dicen las verdades y como se suele decir habitualmente “las verdades ofenden”. Son personas a las que agradeces su sinceridad en muchas ocasiones, pero que en otras prefieres no tener cerca porque sabes qué te van a decir.

Los niños suelen escuchar con atención las conversaciones de los adultos y a medida que crecen se dan cuenta cada vez más de nuestras mentiras, sobretodo porque después solemos hablar de las personas que nos encontramos: “Hola Marta, estás estupenda”… “Hoy he visto a Marta… ¡no veas lo estropeada que está!”

Otro ejemplo muy claro es cuando decimos que un regalo nos encanta para luego, en casa, decir que es horroroso.

Para llamar la atención porque se siente poco atendido

Hace un tiempo hablamos de algo así en el blog, así que os emplazo a esas entradas para tener una perspectiva más completa. Resumiendo un poco, algunos niños que se sienten poco atendidos o poco queridos acaban recurriendo a la mentira para tener el reconocimiento o la atención que en condiciones normales no obtienen. Esto lo consiguen inventándose enfermedades, explicando que se han hecho daño o bien contando historias que les han pasado en el cole con sus amigos, haciéndose los protagonistas o explicando cosas increíbles con la intención de lograr nuestra sorpresa y admiración.

Para evitar un castigo

Hemos hablado también largo y tendido acerca de los castigos, siendo nuestra postura contraria a su uso (y a mí por lo menos no me ha ido nada mal hasta la fecha). La razón de rechazar el castigo como método educativo es que acabas consiguiendo poner al niño en contra del castigador (padre o madre), porque los castigos suelen generar malestar y rabia y que muchos niños acaban por tratar de evitar el castigo, no comportándose como los demás esperan que se comporten, sino evitando ser cazados. Es decir, haciendo aquellas cosas merecedoras de castigo, pero a escondidas ocultando la autoría de los hechos (a veces incluso cuando les has visto hacerlo: “¡que yo no he sido!”).

Por vanidad o con la intención de gustar a los demás

Podría ir un poco relacionado con la necesidad de recibir atención, aunque este punto se puede asociar quizás un poco más a aquellos niños que tienen una autoestima un poco baja (que suele ser consecuencia, entre otras cosas, de la falta de atención de sus seres queridos).

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La autoestima es algo así como la autopercepción dentro de un entorno social. El cómo me veo yo cuando estoy con los demás y el cómo me ven ellos. Si me siento querido, si me siento escuchado, si me siento importante para los demás,...

Por desgracia la autoestima de los niños y de los adultos va demasiado relacionada, hoy en día, al comportamiento y a los logros más que a la existencia en sí. Muchos padres demuestran su máximo cariño cuando sus hijos sacan buenas notas, cuando son los primeros en algo, cuando se han comportado bien en algún sitio, cuando les han obedecido, etc., pero el amor no puede ser sólo eso, porque los niños no siempre obedecen (ni deben hacerlo si quieren llegar a ser adultos con criterio), porque no siempre sacarán buenas notas (¿a quién le gusta estudiar aquello que no le gusta?) y porque lo más probable es que no siempre sean los primeros (unos ganan y otros pierden).

Cuando los niños crecen la autoestima acaba formándose (la cosa se pone peor), además de por los logros, por aquello que has conseguido tener: “mis amigos quieren venir a mi casa a jugar porque tengo la consola último modelo”, “mis amigas quieren estar conmigo porque tengo una bicicleta de Hanna Montana” y, en general, el interior, el carácter, los valores, los sentimientos, los deseos de los niños, aquello por lo que deberían ser valorados, pasa a un segundo plano.

Por eso muchos niños acaban inventando historias (“yo también tengo una casa en la playa y allí tengo una consola último modelo”) y acaban inventando logros (“papá, hoy he sido el primero en… y la señorita me ha dado un premio”), precisamente, para que los demás les tengan en cuenta (“tanto tienes, tanto vales”).

Por no ser capaces de distinguir entre realidad y ficción

Algunos niños no son capaces de distinguir entre lo que es verdad y lo que es inventado. En este caso, diferente como veis al resto, los niños deben recibir atención profesional porque no son conscientes de la mentira.

Concluyendo

Si os dais cuenta la mayoría de razones que lleva a los niños a mentir provienen del buen o mal hacer de los adultos. Nos ven mentir a las demás personas y, lo que es peor, les mentimos a ellos a menudo y ellos, que no son tontos, se dan cuenta ("se caza antes a un mentiroso que a un cojo").

Les decimos que la maquinita de la calle no va a moverse porque no funciona y segundos después un niño está disfrutando con su movimiento, les decimos que "no llores, que no te van a hacer nada" en la visita al enfermero y segundos después les están poniendo una vacuna y les decimos muchas otras cosas cuya verdad aparece enseguida. ¡Si es que en el fondo es culpa nuestra porque mentimos fatal!

Pues bien, con semejante ejemplo y en un mundo donde la mayoría de niños pasa menos tiempo con sus padres del que desearían lo normal es que de vez en cuando mientan. No sé si es deseable o no, quizás para mantener el orden social sí sea necesario que aprendan a mentir para no herir a los demás (no siempre, claro), pero normal que suceda, para mí si lo es, comportándonos como lo hacemos los adultos, que somos sus referentes.

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