Una psicóloga infantil sugiere meter al niño en agua fría cuando tiene una rabieta

Una psicóloga infantil sugiere meter al niño en agua fría cuando tiene una rabieta
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Puedo entender que hace décadas, cuando nuestros padres (o cuando nuestros abuelos con sus hijos) esperaban obediencia absoluta, se hiciera uso de métodos que poco o nada velaban por preservar un correcto equilibrio emocional en los niños, métodos como el castigo, el cachete, la amenaza, el uso del cinturón, el maltrato psicológico u otros.

Pero no puedo entender que hoy, con todo lo que hemos avanzado en el conocimiento de la inteligencia emocional, con todo lo que los adultos tratamos de evitar repetir de nuestra infancia, por aquello de no perpetrar generación tras generación los mismos errores, exista una psicóloga que sea capaz de sugerir meter al niño que tiene una rabieta en agua fría como método.

Los niños, esos pequeños extraterrestres

Que una psicóloga, en pleno siglo XXI, diga que meter en agua fría a un niño es un método lógico y aceptable es una clara muestra de que los niños siguen estando considerados pequeños extraterrestres. Digo yo, extraterrestres, o bichos, o cachos de carne que se mueven, porque si no, no me lo explico. Cualquiera que considere que un niño es una persona con sentimientos y emociones será capaz de pensar que lo más probable es que eso del agua fría seguro que no le gusta un pelo.

Y mira, si no tiene estudios sobre el tema y piensa que es correcto porque su padre le hacía lo mismo, o cosas peores, pues aún se puede entender como algo que aún no ha reflexionado o como uno de tantos actos que se llevan a cabo con los niños sin hacer un acto de empatía, sin tratar de entender qué puede pasar por su cabeza cuando se les hace eso.

Pero que lo diga una psicóloga en la televisión, hablando como experta, da miedito. Ya me dirás quién va a defender a los niños si los estudiosos de las emociones, si una experta de la mente infantil sugiere que una de dos: o dejo que se le pase, o corto la pataleta por lo sano, y resulta que elige la segunda con métodos de lo más molestos e irrespetuosos.

Poniéndonos en el lugar de los niños

Estás hablando con tu pareja mientras coméis. De repente te cuenta que ha hecho algo atroz, algo que te enerva. Es algo que te está sacando de tus casillas, te acelera el corazón y finalmente explotas. Ya no hablas, gritas. Ya no escuchas. Te dice que te calmes, que te lo quiere explicar, pero corre por tu sangre algo, a toda velocidad, que no te deja pensar y que te hace gritar y decirle todo lo que piensas de golpe, una palabra tras otra.

De repente, cuando estás gritando porque no alcanzas a entender cómo ha podido hacer algo tan terrible te lanza el vaso de agua a la cara. Te callas de golpe. Fin de la discusión.

¿A que es la cosa más absurda que habéis leído jamás? ¿A que a nadie se le ocurriría acabar una discusión echando un vaso de agua a otra persona? ¿A que recibir un vaso de agua es una de las cosas más irrespetuosas que pueden hacerte? Pues ahora imaginad qué puede sentir un niño cuando su padre o su madre deciden, porque él no es capaz de controlar sus emociones, meterle un rato en agua fría.

¿Dónde queda eso de dialogar, contener y la escucha activa?

Que sí, que un niño con una rabieta puede llegar a ponernos muy, muy nerviosos, lo asumo, pero es que ellos no tienen otra manera de hacernos saber que están mal. A veces el motivo nos parece absurdo, a veces no es más que un capricho sin sentido, pero esa es nuestra valoración, es lo que a nosotros nos parece. A ellos les parece todo lo contrario, algo tan importante como para llorar un buen rato y quejarse tanto como puedan. Así que nuestra función como padres es la de tratar de entenderle y poner nombre a sus emociones.

Lo hemos comentado muchas veces ya, pero no está de más hacerlo una más, visto que una psicóloga experta no es capaz de decir esto. Hablo de decirle al niño que le entiendes, que sabes que lo está pasando mal, y explicarle por qué no podemos acceder a lo que quiere: "sé que te encantaría tener ese juguete que acabas de ver, sé que te enfadas porque no te lo compro, pero es que no podemos comprar todo lo que queremos". Y fijaos en que pongo un ejemplo en el que hablamos de comprar. ¿Qué demonios sabrá un niño lo que es comprar?

"¡Claro que saben lo que es comprar! Mi hijo me dice ¡compra!", me diréis. Y es cierto, mi hijo Guim, de dos años, suele decir "¡A comprar!" porque le gusta eso de ir metiendo cosas en el carro. Conoce la palabra y la asocia a la acción pero, ¿sabe de verdad de dónde sale el dinero? ¿Entiende que no es ilimitado? ¿Sabe qué es el dinero? ¿O acaso cree que la gente entra, coge lo que quiere y se lo lleva a casa? Pues me quedo con la última, yo creo que los niños pequeños simplemente piensan que todo lo que ven lo pueden meter en el carro y listo, para casa. ¡Si lo hacemos constantemente! Pues dile tú que no puede coger lo que él quiere. Imposible que lo entienda.

Y sin embargo tenemos que explicarlo porque algún día, no sé cuándo, entenderá el concepto. Mientras tanto tendrá nuestras palabras, nuestro apoyo, nuestro tono de voz tranquilo, el diálogo. Le ofreceremos nuestros brazos, le escucharemos por si nos quiere decir algo y, si hace falta, le explicaremos la posibilidad de hacer otra cosa, aquello de hacerle olvidar el motivo de la rabieta y centrar su atención en otra cosa.

¿Meterle en la ducha con agua fría? Por favor, qué insulto a la inteligencia humana.

Foto | Thinkstock
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