Qué pena que la mayoría de nuestras madres no puedan ayudar con los problemas de lactancia
Lactancia

Qué pena que la mayoría de nuestras madres no puedan ayudar con los problemas de lactancia

Con la cantidad de problemas que tienen las mujeres hoy en día a la hora de dar pecho uno se pregunta, ¿cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí si el modo natural de alimentar a un bebé es tan dificultoso y fracasa en tantas ocasiones?

Respuesta: gracias a la transmisión de conocimientos de las abuelas a las hijas, que sabían qué hacer cuando había problemas porque tenían la experiencia de haber amamantado a varios hijos. Sí, también había alternativas, pues cuando era imposible el bebé era alimentado por otra mujer o recibía leche de animal, pero había muchas más soluciones directas por parte de las abuelas y esto ahora no pasa tanto: qué pena que la mayoría de nuestras madres no puedan ayudar con los problemas de lactancia.

La lactancia es un acto que se aprende

Los bebés nacen sabiendo mamar. Tienen el reflejo de succión, y de ese modo, cuando tienen el pecho delante, se agarran a él y succionan. Pero las mujeres no nacen sabiendo amamantar.

En realidad no tiene tanto secreto, pues es el bebé el que mama, pero si hay algún problema, si algo va mal, la mujer no tiene las herramientas ni las soluciones, porque amamantar es un acto que se aprende.

Se aprende viendo a otras mujeres amamantar, se aprende con la costumbre de ver que es algo normal, se aprende preguntando a otras mujeres que dan el pecho, o a otras que lo dieron, y en esa ecuación entra la madre de una: "Mamá, me hace daño", "creo que no come lo suficiente", "mama mucho rato", "me están saliendo grietas", "llora demasiado", "¿qué hago?".

Y mamá, siempre, desde el principio de los tiempos, tenía respuesta a esas preguntas. Y si alguna no la tenía porque no había vivido algo similar sabía quién las tenía: su hermana, su prima, su amiga... siempre había alguien que había pasado por algo así y tenía las soluciones.

Pero ahora esto no sucede, y en muchos casos, no solo no saben, sino que recomiendan lo que ellas hicieron: "pues no sufras, que está pasando hambre. Dale un biberón. Yo os crié con el biberón y mira lo bien que estáis".

La culpa no es de ellas

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Sucedió así. Coincidió que estaban en el momento y el lugar menos oportuno, con un bebé en brazos, siguiendo los consejos de quienes se suponía que sabían más. Se produjo la liberación de la mujer y se instauró la filosofía que decía que las mujeres no debían seguir siendo esclavas de sus maridos, de sus casas, ni de sus hijos, y que el trabajo las haría por fin libres (y no estoy en contra, claro, pero esto debía ir ligado a un mayor compromiso del hombre para que las mujeres no tuvieran que trabajar y además, seguir al cargo de la casa y los niños igualmente, y esto no ha sucedido en todos los hogares).

Las que se acogieron a esta tendencia cambiaron la leche materna por el biberón, que también lo podían dar otras personas. Y las que tardaron más tiempo, o no llegaron a buscar trabajo, también, porque la industria consiguió hacer creer a todos que la leche artificial era casi igual que la materna. Fijaos en Lactogen, de Nestlé, la mejor leche para tu bebé:

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O en cómo ubicaban la publicidad en un lugar en el que el mensaje quedara grabado por partida doble: a la izquierda la publicación donde vemos que lo crías mal si haces lo de las imágenes de la izquierda y bien si haces lo de la derecha. En el apartado de alimentación solo hay dos opciones, darle de comer leche con un aparato rarísimo en que el bebé pone cara de "qué asco" y a su derecha un biberón que le hace más feliz. En las imágenes de abajo pasa algo parecido.

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Y a la derecha de la publicación, Nestlé diciendo que si la lactancia no te va bien la leche más parecida con la que el bebé no notará la diferencia (no quiero imaginar cómo les sentaban estas leches a los bebés por entonces) es la suya, su fórmula artificial.

A esto hay que sumar que los profesionales de la salud empezaron a aconsejar unas prácticas que, de manera indirecta, lograban que la lactancia fuera un fracaso: limpiar los pechos antes de cada toma, ponerse gasas estériles después, recomendar que el bebé mamara solo 10 minutos de cada pecho y nunca antes de las 3 horas, etc., situaciones que llevaron a muchos bebés a pasar mucha hambre y a muchas mujeres a sufrir ingurgitaciones y mastitis (por producir una leche que luego al bebé no le daba tiempo a extraer). Esas mastitis acababan en muchos casos en quistes que tenían que abrirse y drenarse, y como es lógico, una mujer con el pecho infectado y abierto no daba ya el pecho a bebé alguno.

¿Qué aprendizaje les quedó a aquellas mujeres? ¿Qué pueden transmitir hoy en día a sus hijas? ¿Que el pecho es lo mejor? ¿Que la lactancia es algo maravilloso? ¿Que den lactancia solo 10 minutos por pecho cada 3 horas y si llora que se espere? Pues eso mismo y lo que hayan aprendido de su experiencia y de la de otras, pero en su afán por ver a su hija lo más feliz posible, en ponérselo fácil, muchas acaban, como ya he mencionado, recomendando el biberón, porque no tienen más soluciones que ofrecer.

Algo está cambiando

Así que es una pena que la cadena de transmisión de conocimientos de madres a hijas se rompiera por primera vez en la historia justo cuando ellas fueron madres. Dejaron de ver a mujeres amamantar, ya no podían aprender de ellas, y cuando sus madres, nuestras abuelas, quisieron ayudarlas, no fue posible porque "ahora hay muchos adelantos y las cosas han cambiado".

Y los adelantos no fueron tales, aunque sí, las cosas cambiaron haciendo que solo aquellas que no podían permitirse comprar biberones y leche artificial, o que no trabajaban, amamantaran. Es decir, las mujeres de clases sociales desfavorecidas. La lactancia se fue denigrando y se acabó por decir que era cosa de pobres y de gitanas, que seguían ancladas en el pasado, nada modernas, y así es como el biberón acabó por ser lo normal.

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Ahora esto ha cambiado. La lactancia está mucho más viva y, aunque las cifras siguen siendo muy bajas para lo que sería lo deseable, todo el mundo tiene claro que lo normal es dar el pecho.

De igual modo que las primeras en hacer el cambio por entonces fueron las mujeres más modernas, de mayor nivel sociocultural y de un estrato social más alto, han sido ahora también las primeras en amamantar, dejar el biberón atrás e incluso hacerlo por más tiempo. Las de clase sociocultural más baja tardaron más en "convertirse" al biberón pero ahora lo ven como una comodidad y un recurso válido. En este caso, también tardarán más tiempo en volver a amamantar, pues tienen un peor acceso a la información y muchas siguen pensando que la diferencia no puede ser tanta (esto lo veo a diario en la consulta, con mujeres que enseguida dejan la lactancia para dar biberón y que además les alimentan a base de tarritos o potitos comerciales, quizás creyendo que es más sano o mejor).

En ausencia de madres, ¿quién ayuda a las mujeres?

Así que en ausencia de madres, ¿quién ayuda a las mujeres? Pues otras madres que no sean las de las madres de hoy. Ya que se empezó a escuchar a los médicos para estos menesteres, ya que se logró hacerlas creer que eran ellos los que sabían, y no las abuelas, son ellos los que deberían haber tenido los conocimientos para ayudar a las madres con problemas de lactancia. Pero no cogieron el testigo y durante muchos años siguieron recomendando las mismas insensateces que solo conseguían que las mujeres acabaran con el biberón, aun cuando su deseo era amamantar.

Fue así como muchas mujeres, cansadas de darse contra la pared una y otra vez, y de ver fracasar sus lactancias, decidieron seguir los pasos de La Liga de la Leche en los EE.UU., fundada décadas atrás (allá por los años 50), y empezar a darse soporte entre ellas. No eran expertas, no tenían conocimientos de salud, pero tenían ganas y su experiencia, y empezaron a aprender unas de otras, a apoyarse y a buscar soluciones para conseguir lactancias exitosas.

Así esas pocas madres que decidieron juntarse para ayudarse fueron derivando en lo que ahora conocemos como "grupos de apoyo a la lactancia", totalmente instaurados y con una filosofía clara: ayudar a otras madres desde el voluntariado, devolviendo el favor que otras madres les hicieron a ellas, o por el simple deseo de ayudar.

¿Y los profesionales?

También. Los profesionales de la salud también. Pero las cosas de palacio van despacio y aunque son muchos los que hacen una labor encomiable, auténticos expertos, muy capaces de ayudar a cualquier mujer con problemas de lactancia, son muchos todavía los que no saben y con sus consejos siguen ayudando a que la lactancia de muchas mujeres fracase, ya sea por acción directa (un consejo que lo empeora todo) o por acción indirecta (un consejo que no soluciona un problema).

Hasta que las madres vuelvan a transmitir sus conocimientos a sus hijas

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Y así estaremos, avanzando en varios frentes, hasta que las madres que ahora amamantan y que tanto están aprendiendo gracias al acceso a la información, a la ayuda de otras madres y a los profesionales que sí saben, volverán a transmitir sus conocimientos y experiencias a sus hijas. Hijas que son amamantadas, que siempre verán fotos de cuando tomaban pecho, que verán en la calle, en los parques, en los museos y en los restaurantes a bebés tomando pecho y que lo verán como lo más normal del mundo.

Y eso es y ha sido siempre la lactancia: lo más normal del mundo. Lo más normal, pero no por eso algo que no deba protegerse, estimularse y que no requiera de ayuda, pues hay muchos intereses en que vuelva a caer y, si puede ser, en que llegue a desaparecer.

Por suerte, cuando nuestras hijas sean madres, sus madres estarán ahí para ayudarlas, como se ha hecho toda la vida. Y no solo sus madres, pues también estarán ahí sus padres, que habrán vivido la lucha de sus parejas por seguir adelante y habrán aprendido mucho de todo ello. Ellos también podrán explicar a sus hijas, y a sus hijos, qué es la lactancia, por qué el bebe tiene que mamar a demanda y por qué no importa que el bebé tenga dos meses o dos años.

Entonces, será como siempre fue, pero mejor, porque los padres también hablarán y los hijos, las parejas de las madres del mañana, serán padres más comprometidos con sus bebés, con la casa y con la familia. O eso espero.

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