Cuando deseas ser madre pero tu sueño se aleja: una historia de esperanza

Cuando deseas ser madre pero tu sueño se aleja: una historia de esperanza
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El 4 de junio se celebró el Día Internacional de la Infertilidad, un trastorno afecta al 17% de las parejas en nuestro país. Hemos analizado las posibles causas y hecho un repaso por las técnicas de reproducción asistida más habituales y sus costes.

Pero, ¿cómo se afronta cuando la infertilidad te afecta en primera persona?, ¿cuándo deseas ser madre pero tu sueño se aleja mes tras mes? Os comparto mi historia de lucha y desesperación en algunos momentos. Pero, sobre todo, una historia de esperanza con final feliz.

“No podrás tener hijos en tu vida”

De forma casual, en una prueba ginecológica rutinaria me descubrieron una malformación uterina y el ginecólogo que me atendía me soltó, a bocajarro, que “no podría tener hijos en mi vida”. Unas palabras que se me quedaron grabadas en lo más profundo del alma.

Yo era aún muy joven y no me planteaba ser madre a corto plazo, pero era algo que entraba dentro de mi esquema de vida en un futuro y no me imaginaba mi vida sin hijos.

Cuando mi marido y yo decidimos buscar un bebé me encontré con la presión psicológica de aquella sentencia médica tan poco afortunada, y comprobar cómo mes tras mes nuestro sueño se alejaba me fue sumiendo en el pozo de la desesperanza.

Tres años tardé en quedarme embarazada y eso es mucho tiempo cuando algo se anhela con todas las fuerzas. Durante ese tiempo leía todo lo que caía en mis manos sobre embarazo y crianza, me visualizaba con tripita y me imaginaba cómo sería nuestra vida de padres.

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Tras el primer año de búsqueda decidimos ponernos en manos de profesionales y comenzaron las pruebas médicas y las visitas a hospitales. Histerosalpingografías, histeroscopias, ecografías ginecológicas, abdominales o en 3D, analíticas de todo tipo… Decenas de diagnósticos dubitativos y varias opiniones médicas que no terminaban de encontrar la causa del problema. “Quizá la infertilidad radique en la malformación uterina” – me decían algunos médicos.

Y de pronto, un día, se obra el milagro

Fue una época de mucha incertidumbre, pero cuando creía que todo estaba perdido la sonrisa y la esperanza volvieron a mi vida. Ver las dos rayas en el test fue una enorme sorpresa, pero a la vez me invadió un sentimiento de incredulidad y de pánico. No quería creer lo que estaba viendo porque temía que todo fuera un sueño que se desvaneciera sin darme apenas tregua.

Pero cuando la ecografía lo confirmó y aquel pequeño corazón me demostró que latía fuerte y se aferraba a la vida, entonces empecé a creérmelo
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La primera parte del embarazo transcurrió con cierta normalidad, si bien mi malformación uterina me obligó a guardar reposo desde la semana 28 por contracciones y amenaza de parto prematuro que finalmente culminó en una cesárea en la semana 37.

Explicar con palabras lo que sentí cuando vi a mi hijo por primera vez es imposible. Pero sí diré que siempre le agradeceré haber hecho realidad un sueño que había comenzado a desvanecerse mucho tiempo atrás

Dos años después, cuando decidimos ir en busca de un hermanito, la historia se repitió. Esta vez logré quedarme embarazada enseguida, pero lo perdí. Una vez. Y otra. Y otra más. Tres pérdidas gestacionales que volvieron a traer la pesadilla a nuestras vidas. Tres bebés que se marcharon antes de tiempo...

La naturaleza, de nuevo, se había puesto en mi contra y las pruebas médicas desvelaron otro problema. Esta vez se trataba de un trastorno que afectaba a la coagulación sanguínea durante el embarazo llamado trombofilia.

Mi segundo bebé llegó tras un embarazo muy complicado tanto física como psicológicamente. Un embarazo en donde los controles, las analíticas y las inyecciones de heparina fueron mi día a día.

Pero cuando mi niña nació entendí que tanto sacrificio había merecido la pena y sus enormes ojos verdes me recuerdan cada mañana que siempre hay un arco iris detrás de cada tormenta
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