El día que te entrevistan de un importante periódico y te sientes Bridget Jones en masculino

El día que te entrevistan de un importante periódico y te sientes Bridget Jones en masculino
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El hombre de la foto no soy yo, pero es la imagen más representativa que he encontrado en relación a lo que me ha pasado esta mañana. Seguro que como padres y madres os habéis visto en más de una como la que voy a explicar. Yo sí, y mi mujer también, pero hoy, porque uno de los eventos que sucedían era relativamente importante, adquiere un poco más de relevancia.

Hace unos días contactó conmigo una periodista del periódico "El País". Quería hacerme una entrevista por mi papel de padre y, por la distancia, acabamos quedando en hacerla vía telefónica. Así empieza mi relato, que he titulado: "El día que te entrevistan de un importante periódico y te sientes Bridget Jones en masculino".

Qué me ha pasado hoy

Pues eso, que tras varios días de conversaciones para encontrar el momento ideal para hablar, al final hemos quedado para hoy a las 12:00 del mediodía. Ayer no pudo ser porque tenía que ir a buscar a los niños al conservatorio (para que tus hijos estudien un instrumento los tienes que apuntar fuera del cole, si no, lo tienes mal), y luego fuimos a comprar un mueble para uno de los lavabos, que Aran, el mediano, rompió el que teníamos en un percance sin heridos de gravedad. Hoy le dije que me iba bien a las 11:00, pero a ella le iba mejor a las 12:00, momento en que yo tenía que ir a buscar a los niños al cole. Al final, Miriam ha ido a buscarlos y yo me he quedado en casa esperando la llamada. Yo en casa, acompañado por Guim, mi hijo de dos años, que es el que me ha ayudado a protagonizar la escena.

Me ha pillado en calzoncillos (sin mayor problema, era llamada, y no videollamada) porque estaba acabando de limpiar los lavabos. En mi casa se limpian con lejía porque tienden a acumular un olorcito a váter público que asusta. Los que tenéis niñas supongo que no lo vivís igual, pero yo ya tengo a dos que mean de pie y, aunque una parte va dentro, gran parte va fuera. Así que para no mancharme la ropa con la lejía, los limpio a lo pornochacho, en calzoncillos.

El primer plato ya estaba hecho, pero faltaba hacer algo de segundo. Hoy hemos optado por poner la freidora y salir del paso con unos filetes de merluza empanados. "Los hago en un momento", le he dicho a Miriam mientras se iba por la puerta, con la esperanza de que la llamada se demorara un poco. Pero no, ha sido puntual y enseguida he cogido el teléfono mientras me dirigía al lavabo para seguir con la limpieza.

Se presenta, me explica el motivo de la entrevista y empieza a hacerme algunas preguntas relacionadas con mi papel de padre, con el papel de los padres en la crianza, etc., mientras tanto voy dándole al lavabo, que la lejía, cuanto menos ronde por casa, mejor. Voy hablando y me dirijo a la cocina, donde saco la cesta de la freidora porque las dos primeras merluzas ya estaban hechas. Las paso a un plato y pongo las dos siguientes. Me dispongo a meterlas en el aceite cuando aparece Guim y dice "¡caca!".

"Genial, caca...", pienso yo. Se puede tirar días sin hacer caca y tiene que hacerla justo en el momento en que me quedo solo, hablando por teléfono, tratando de decir cosas coherentes. Pienso que la llamada no será muy larga y que cuando acabe puedo cambiarle el pañal. Pero eso lo pienso yo, porque Guim no. Se acerca al lavabo, donde yo estaba limpiando, y a la lejía. Consigo sacarlo como puedo. No sé dónde he dejado el trapo, ya, así que empiezo a buscarlo para que no dé con él antes que yo. Pero él está en otras cosas. Está preocupado por su caca, así que se baja los pantalones, se desabrocha el pañal, lo deja caer y me mira, sonriendo, contento por haber hecho caca, supongo, o por ser tan mayor que ya es capaz de quitarse solo el pañal, quizás. Yo sigo hablando, mientras veo la escena y lo atrapo antes de que todo acabe en pesadilla.

Con un pañal en el suelo lleno de caca y Guim dispuesto a salir corriendo hacia el sofá, en modo rotulador marrón, hago acopio de toda mi habilidad física para evitar que llegue y lo "pinte todo". Lo tumbo para limpiarle la caca, mientras voy diciendo algo así como "...porque algunos padres estamos intentando huir de la educación autoritaria que recibimos, en la búsqueda de un estilo de educación diferente, pero que no deje al niño manejar la situación, o a toda la familia, es decir, una que huya a la vez de la permisividad". Él que no quiere, que se quiere ir, "que me dejes, que no me limpies el culo, que me mola ir así, con el culo sucio por el mundo".

Yo con el móvil atrapado en la oreja por mi hombro, consigo inmovilizar a Guim un momento para hacerme con las toallitas. Abro la caja, saco la primera y limpio. Saco la seg... ¿Justo ahora se acaban las toallitas? Veo en el cajón el superpaquete ahorro en el que dentro van 10 paquetes de toallitas. Suelto a Guim que sale volando. Cojo el paquete enorme, lo abro. Guim se sube a una cama y pienso "por Dios, espero haber hecho magia con esa toallita". Le digo que baje mientras cojo un paquete de toallitas y me disculpo con mi interlocutora porque "es que estoy muy liado... ahora mismo le estoy cambiando el pañal al pequeño, jejeje". Voy detrás de él, que se va al comedor, hacia el sofá. "Bueno, yo no me he encontrado con la situación porque mi mujer y yo siempre hemos coincidido bastante en nuestro estilo educativo...". Por fin lo abro, saco la puñetera segunda toallita mientras respiro porque no ha llegado a poner el culo en el sofá. Nuevo placaje, levanto una pierna y relimpio. Por suerte, esta vez se deja y, al parecer, la primera sí había servido de mucho.

Sigo hablando, pero no tengo muy claro qué le estoy diciendo. Ya sabéis, los hombres no sabemos hacer dos cosas a la vez más allá de caminar y masticar chicle, así que intento mantener la cordura en el mensaje que estoy transmitiendo. Dejo al niño limpio, pero aún sin pañal, trato de centrarme de nuevo en lo que estoy diciendo y cuando acabo la frase me da las gracias. ¿Qué? ¿Ya está? ¿Ahora que puedo escuchar y hablar sabiendo lo que digo? Me despido, cuelgo y voy a la freidora para bajar las dos merluzas siguientes, que llevan un buen rato aburridas, semicongeladas. Voy a los lavabos, a ver si acabo de una vez y entre medio le pongo un pañal al secundario de lujo de la historia, no sea que haga otra escena cómica.

"¿Que cómo me ha ido la entrevista?", le digo a Miriam. "Pues ni idea, porque no sé ni lo que le he dicho... Guim se ha hecho caca y se ha quitado el pañal solo y se iba corriendo". Se ha reído, me ha dicho que a ella le pasó hace no mucho, también hablando por teléfono y no le hemos dado más importancia al asunto porque esto es nuestro día a día. El día a día de unos padres de tres hijos que seguro concuerda en mucho con el día a día de todas las que nos leéis (lo digo en femenino porque seguro que sois más mujeres que hombres). No es nada especial, es una más de tantas situaciones más o menos habituales, pero al colgar me he dicho a mí mismo "qué habrá pensado esta mujer al oír el eco de hablar desde el lavabo, el sonido del extractor a toda potencia tratando de absorber el olor a frito y los quejidos de mi hijo ante su padre intentando limpiarle el culo". Y no sé qué habrá pensado, pero seguro que no es nada comparado con lo que pensaría si hubiera visto la escena en vivo y en directo.

Foto | Thinkstock
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