Y mamá, ¿también descansa en vacaciones?

Y mamá, ¿también descansa en vacaciones?
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El otro día hablaba con unas amigas sobre lo mucho que cambia el concepto "vacaciones" cuando nos convertimos en padres. Una de ellas resumió su opinión en una sola frase: "tras unas vacaciones con mis niños, lo que necesito son unas vacaciones". Y no pude estar más de acuerdo con ella.

Y es que si nos hicieran la pregunta "¿qué esperamos de las vacaciones?", imagino que la mayoría de nosotros respondería que descansar, algo sumamente complicado -al menos desde mi experiencia- cuando viajamos con niños. ¿Cómo han cambiado tus vacaciones desde que te convertiste en madre?

Mis vacaciones como mamá de tres

He pasado unos días de vacaciones verdaderamente maravillosos con mi familia, disfrutando del mar y de la suerte de estar todos juntos. Pero si me preguntaran si he descansado durante este tiempo, mi respuesta es clara: No lo he hecho.

Me he divertido y he desconectado mentalmente, pero no he logrado descansar físicamente. Y es que, con tres niños pequeños, ¡se me antoja muy complicado!

Por eso, si identificamos el término "vacaciones" con "descanso" no dejo de preguntarme: ¿en qué momento de las vacaciones descansamos las madres? (¡o los padres!, que yo hablo desde mi experiencia)

maleta

El ajetreo comienza con el momento de preparar el equipaje. A medida que he ido teniendo hijos me he dado cuenta de lo complejo que puede llegar a ser preparar la maleta de una familia numerosa. No cabe duda de que hay que simplificar, y llevarnos sólo lo realmente imprescidible, pero cuando tienes tres niños la teoría y la práctica no se suelen corresponder.

"¡¿Pero qué nos llevamos!, ¿la casa entera?" - te pregunta tu marido resoplando mientras trata de hacer hueco en el maletero para meter todo el equipaje que tú has considerado imprescindible.

Te ha costado horrores cerrar las maletas, pero sabes que a tus niños no les faltará de nada durante los días que estéis fuera. Ropa de todo tipo "por si" (por si hace frío, por si hace calor, por si hace demasiado calor, por si refresca por la noche...), sus medicinas "por si" (por si se pusieran malitos, por si no hubiera una farmacia cerca...), sus juguetes, sus productos de aseo, sus cuentos, sus chupetes y biberones... ¡No se te ha escapado detalle!

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En cuanto al alojamiento vacacional, en nuestro caso decidimos pasar el grueso de nuestras vacaciones en apartamentos o casas rurales. En mi opinión, considero que es más cómodo y práctico para los niños pero mucho más cansado para los padres ya que las tareas domésticas siguen siendo cosa nuestra

Adaptar las vacaciones a los niños

Antes de ser madre, el tipo de vacaciones que mi marido y yo íbamos buscando era, principalmente, el turismo de ciudad y cultural. Conocer a fondo las ciudades, ver sus museos, sus plazas y probar la comida típica de cada sitio en los restaurantes recomendados, era nuestro plan favorito.

Hablando con mis amigas de este tema, todas coincidimos en que desde que nos convertimos en madres nuestras prioridades vacacionales han cambiado y ahora nos adaptamos a lo que nuestros niños demandan.

"Añoro ver ciudades, piedras y museos pero mis hijos solo quieren estar a remojo" - me comentaba una mamá, amiga.

"Antes íbamos de un lado a otro a descubrir mundo, quedábamos con los amigos a tomar algo o podíamos leer con calma. Ahora no podemos hacer nada de eso, pero veo sus sonrisas y su cara resplandeciente y eso me vale" - decía otra.

"En mi caso, lo que más me pesa es en el cansancio. Ni aunque esté en pleno Bali a la sombra de un cocotero descanso, porque si no es un "juega conmigo en la arena" es un "mami, mira lo que hago" o "mami, tengo hambre/pis/arena en el ojo". Además, allá donde vayas siempre vas vigilando los posibles peligros: "No corras por las piedras que te caes", "no te subas en ese muro", "dame la mano que cruzamos"... Creo que una madre nunca descansa" - confensaba otra madre.

Escuchándolas a ellas me sentía tremendamente identificada y es que, desde que soy mamá he cambiado las piedras de las ciudades por la arena y el mar. Es lo que les gusta a mis niños, con lo que disfrutan y se divierten y nosotros hemos decidido adaptarnos.

En la playa y en la piscina, a no ser que podamos turnarnos con nuetra pareja en el cuidado de los niños, lo normal y preferible es que ambos tengamos que estar pendientes de los peques, por aquello de que cuatro ojos ven mejor que dos (sobre todo cuando tenemos más de un niño).

Correr detrás de ellos para echarles crema solar, vigilar que no se quiten la gorra, bañarse con ellos cada vez que quieran meterse en el agua, no apartar nuestros ojos de ellos, hacer castillos de arena, volar cometas, darles el almuerzo de media mañana que previamente has preparado... En definitiva, un día de playa o piscina con niños será tremendamente divertido pero poco o nada descansado.

Y así un día tras otro: buscando planes turísticos para hacer con los peques, yendo a la playa y piscina a cualquier hora, echando un partido de fútbol con el mayor, disfrutando en el cine de verano o en las fiestas populares típicas de esta época del año... Y todo ello sin descuidar sus rutinas y sus horarios, sobre todo si son bebés, ya que al menos en mi caso, pasarnos de hora con las comidas o las siestas les altera muchísimo.

Fin de las vacaciones... ¿hemos descansado?

Y cuando las vacaciones tocan a su fin y regresamos a casa, cantando a pleno pulmón en el coche mientras recordamos anécdotas de estos días, de pronto pienso en lo que nos espera a mi marido y a mí al llegar: deshacer maletas, hacer la colada de toda la ropa sucia, planchar, hacer la compra para llenar la despensa...

En definitiva, trabajar a destajo para que la rutina en el hogar vuelva a establecerse cuanto antes. Porque pocos niños entienden eso del síndrome post-vacacional y necesitan tener su ropita limpia enseguida y comer y cenar sus menús caseros de siempre.

Me evado durante unos minutos mientras mis niños siguen cantando, y trato de recordar cómo eran mis vacaciones antes de ser mamá. Pero... ¡qué curioso! Tan sólo siete años de maternidad y casi no logro recordar qué sentía al dedicar mi tiempo exclusivamente a mí y a adaptarme a la rutina de vuelta siguiendo mi ritmo, sin prisas ni imposiciones.

"Venga mamá, ¡canta con nosotros!" - me grita una vocecilla con lengua de trapo sacándome de mis pensamientos. Y vuelvo a la realidad y sonrío invadida de amor al cruzarme con su mirada pícara a través del espejo retrovisor.

Y entonces, me doy cuenta de que aún agotada y con tres días por delante de faena en casa, las vacaciones con mis pequeños han sido la mejor inyección de vitaminas, sonrisas y recuerdos que atesorar. Y el turismo de ciudad... ¡puede esperar!
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