Me encuentro en la semana 34 de mi embarazo, casi en la recta final y ya estoy anhelando el nacimiento de mi nuevo bebito.
Las molestias típicas del embarazo siguen allí, entre lo que me pesa la panza al andar y las sopotocientas veces que debo ir por las noches al baño a orinar, me siento bastante cansada.
Hace un puñado de días, después de realizar los ejercicios de la fase de expulsión en la clase de preparación al parto, tumbada en una colchoneta, quedé con una ciática horrible que me impedía caminar. Aprovechando la ocasión, pregunté a mi matrona por la posición de cuclillas para parir, a lo cual me respondió que era buena, pero que en la Seguridad Social no se contempla, con lo cual habrá por los momentos que seguir luchando contra la gravedad.
El viernes me hicieron la ecografía del 3er trimestre. Quedé sorprendida pude ver la carita de mi bebé con una nitidez sorprendente, según el médico tenía los ojitos abiertos, me dio una inmensa alegría saber que ya está con ganas de ver el mundo.
Mi hijo Lucas sigue entusiasmado con la llegada de su hermano, pero en días pasados hablamos en familia sobre con quién iba a quedarse mientras mamá y papá iban al hospital para el nacimiento del bebé, no entró en razones, estaba protestando porque también quería ir a ver nacer a su hermano. Después de una larga charla más o menos aceptó… eso para ir preparándolo para cuando llegue el acontecimiento.
El bebé cada día se mueve más, ya no son pataditas, ahora se han convertido en patadas de judo u otra disciplina oriental, porque se ven claramente los bamboleos y olas en mi barriga para delicia de todos los que presenciamos sus movimientos y al caer la tarde el pequeñín tiene hi, hi, hi, hipo. Es inexpicable la sensación de tener una criaturita dentro de uno.
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