Curso de maternidad y paternidad: hermanos que se quieren

Curso de maternidad y paternidad: hermanos que se quieren
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Hoy vamos a hablar, dentro de nuestro Curso de maternidad y paternidad, de los hermanos, pero especialmente de lo que podemos hacer y de lo que no debemos hacer para permitirles que se quieran.

Quizá es un tema que raramente tenemos en cuenta: los hermanos no siempre se aprecian o se respetan. Muchos adultos se alejan de sus hermanos, los tratan socialmente y se ofrecen cierto apoyo, pero la relación no se desarrolla en los términos de amor que podríamos desear.

La relación entre los hermanos se cimenta en las relaciones que establezcan en la infancia y dependerá, en buena parte, de la forma en la que los atendamos y tratemos. Creo la actitud correcta para que los hermanos crezcan queriéndose merece una larga explicación.

Todos deseamos que nuestros hijos crezcan queriéndose entre ellos tanto como nosotros los queremos por igual, pero ¿hacemos lo correcto para conseguirlo?

No dar falsas espectativas

La llegada de un hermano supone un cambio enorme en la vida de un niño. Normalmente lo esperan con alegría, ilusionados, y se van a derretir de ternura con el bebé. Pero también son normales los celos, cierta desilusión si esperaban que el pequeño se uniera a sus juegos y algunos desajusten en las emociones.

Quizá el error mayor que podamos cometer es alentar en el niño falsas espectativas: decirle que tendrá alguien con quien jugar y a quien querer puede ser falso según su punto de vista cuando llega el bebé. Digamos la verdad, amaremos a su hermano tanto e igual que a él, serán diferentes y crecerán juntos, y, cuando pasen unos años, podrán compartir más juegos. Pero explicarle lo que es un bebé, la atención que necesita, que será la misma que él recibió cuando lo era y que seguiremos queriéndolo siempre aunque nuestro amor se duplique.

Elegir el momento de la llegada del hermano también es importante, además de por la diferencia de edad que vayan a tener, sobre todo por la capacidad que nosotros tengamos para cubrir las necesidades de ambos.

La llegada del bebé

Los momentos de la llegada del bebé son especialmente delicados. La mamá estará agotada y pendiente del pequeño, el mayor necesitará su atención en los ratos de descanso, pero también sería conveniente haber alentado una relación de apego con otra figura, su padre o un familiar cercano, que pueda hacerse cargo de él, llevarlo a jugar y atenderlo cuando la mamá no puede. Lo principal es que no sienta que ella lo ha abandonado, sino que empatice con ella y con el pequeño, pero para hacerlo, no podemos privarlo de sentirse seguro y acompañado como hasta ahora. Y que la madre también pueda dedicarle algún ratito para él solo.

Tanto si vamos a ir a parir a un hospital como si su hermano nacerá en casa hay que tener bien cubierto al niño mayor y que él sepa con quien va a quedarse. Si es un parto en casa es conveniente haber previsto si queremos que esté el niño en casa y siempre tener organizado que pueda irse a casa de un familiar si no se siente cómodo con lo que está sucediendo. Los más pequeños se pueden asustar aunque se lo hayamos explicado.

No es aconsejable dejar para los últimos meses de embarazo o los primeros del hermano para que el mayor tenga que asumir más cambios en su vida. Es decir, si vamos a destetar, a cambiarlo de habitación o a llevarlo a la guardería o al cole por primera vez, es mejor hacerlo unos meses antes o unos meses después. Creo que es entendible si nos ponemos en su piel.

Madurar, pero si presiones

Los niños suelen madurar cuando llega un hermanito, pero debemos dejarles su tiempo y su espacio, nunca exigirles que se hagan mayores de repente o asuman tareas repentinamente. Pueden ayudarnos, pero no están obligados a ayudarnos. Es decir, dejemos que nos sorprendan, pero no los presionemos.

Sucede a veces que los padres, agobiados con las tareas del pequeño, se enfurecen con el mayor si sigue dándoles tanto trabajo como antes, o peor, si sufre una regresión y trata de llamar la atención haciendo cosas inadecuadas. Algunos vuelven a hacerse pipí encima, o se enrabietan. Si esto sucede, más que regañar, desesperarnos porque nuestro dulce niño ha cambiado, lo que debemos hacer es empatizar con él y entender lo que nos está diciendo: que tiene miedo y necesita atención.

Crecer con una etiqueta

A veces nos salen solas las comparaciones: uno es más inquieto, otro más cariñoso, uno es más travieso y el otro más responsable. Los niños son ellos mismos, no son en comparación de su hermano y sobre todo, sobre todo, no merecen crecer con una etiqueta. Una etiqueta te marca y te conduce. Si el niño se cree, y es que se lo creen, que es más travieso o menos aplicado que el hermano será lo que le hemos dicho que es y no cambiará, remarcará su individualidad en la diferencia y la oposición, aunque sea comportándose "mal".

Vamos a animarlos, abrazarlos y aplaudir sus logros, pero siempre debemos ser conscientes de que debemos ser equitativos. Además, cada niño es especial, habrá algo en lo que ponga el alma y que ame hacer, y, nos parezca más o menos interesante que lo que hace su hermano, no debemos marcar diferencias y saber apreciar los logros de cada uno según su personalidad y capacidades.

Tenemos que estar atentos, además, a que las comparaciones y etiquetas no les caigan encima de familiares y amigos, pues les hacen también mucho daño.

He estado hablando con otras madres sobre este tema y todas resaltaban la importancia de dar a cada niño su lugar propio y no forzarlos. Me ha encantado como lo explicaba una de nuestras lectoras, Azucena Caballero, que es madre de tres hijos de edades muy diferentes y los educa en casa.

Dedica cada día de tu vida unos minutos a cada niño por separado, que sepan que cada uno es especial y amado, que tienes tiempo para cada uno de ellos de forma individual, y que te interesan cada uno de ellos. Comparte mimos con todos a la vez, mételos en tu cama a todos juntos, juega con ellos, escúchalos, permite que cada uno de ellos dé su versión en un conflicto entre ellos, que ninguno se quede sin hablar o explicar como se siente. Valora a cada uno por ser quien es, fomenta la colaboración y cooperación en casa, jamás les compares, y muestra tu alegría y orgullo por cada una de las muestras de cariño que entre ellos tienen.
Jamás exijas que se quieran por que sí, ese amor incondicional te corresponde a ti, ellos se quieren, pero es diferente. El amor forzado no resulta, el amor que surge de la complicidad y el respeto permanece. Deja claro a tus hijos que les amas por encima de todo, incluso cuando se pelean entre ellos, ya que no deseas que eso se enquiste, deseas que su relación fluya como un río, bravo a veces, con recodos difíciles, pero también suave, fresco, cristalino en muchos tramos, y siempre en una misma dirección. Tengo tres hijos, les adoro y lo que más me gusta es ver cómo ellos se quieren entre sí, la alegría que sienten cada uno con los logros del otro hace que se me caiga la baba, y creo que el mejor regale que le hice a cada uno fue proporcionarle dos hermanos con los que convivir.

El amor no se impone

En realidad no tenemos que hacer nada especial para que los hermanos se quieran, más bien tenemos que no hacer cosas para no separarlos. No alentemos la competitividad.

Habrá conflictos, como es normal, y en ocasiones puede que nos sorprendan peleándose. Habría que dejar que soluciones sus problemas pero podemos evitarlos si no fomentamos precisamente el que tengan que competir por nuestra atención, aceptación, ánimos y amor.

Y tampoco tendrían que verse obligados a competir por las cosas o los espacios, aunque eso es complicado, si es bueno procurar que tengan sus cosas, su sitio para jugar solos si quieren y hasta que puedan hacer actividades en las que estén si su hermano, para que sean solamente ellos mismos y no el hermano de alguien.

Los hermanos que se quieren lo hacen por propia elección y porque sus padres han sabido darles a cada uno lo que necesita y merece sin quitarle, para hacerlo, lo que merece y necesita su hermano.

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