La autoestima de los niños: apego y límites

La autoestima de los niños: apego y límites
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Hablábamos ayer de la autoestima en los niños, de nuestra propia imagen personal en sentido emocional y también sobre nuestro importante papel como protectores de nuestros hijos ante aquellas personas o situaciones que pueden minarlos.

Ahora vamos a abordar la cuestión desde el punto de vista positivo, aprendiendo, dentro de nuestro Curso de Maternidad y Paternidad, la forma de fomentar la autoestima como padres y educadores.

Apego

Todo nuestro Curso de Maternidad y Paternidad es, en realidad, un repaso a una crianza de apego en lo cotidiano y un intento de ofrecer a los padres recursos para, criando con respeto y empatía, dar a los niños la base para la construcción de una personalidad sólida, flexible y con autoconfianza.

¿Tan importante es el apego? Mi respuesta rotunda es un SI, con mayúsculas, rotundo y redondo. El apego se basa en la comprension y el respeto por las necesidades naturales del niño.

El bebé y el niño necesitan el contacto físico, las muestras de cariño y el sentirse acompañado en todo momento. La negación de sus demandas de brazos y abrazos, de sueño compartido, de alimentación a demanda, de entendimiento de sus miedos y tensiones crece con la idea, casi físicamente inducida y reforzada por el estrés, de que realmente, él no tiene derecho a recibir lo que pide y que sus demandas, en el fondo, no son legítimas ni bien recibidas.

Aprende a soportar sin quejarse o a quejarse para poder soportar la insatisfacción, una receta, en mi opinión, infalible, pero no para conseguir algo deseable, sino para destruir la autoestima desde la primera infancia.

Cuando el niño llora pidiendo alimento, brazos, caricias o estar acompañado y respondemos de forma coherente le transmitimos la seguridad de que es apreciado y respetado, que tiene nuestra consideración y que tiene derecho a desear sentirse bien.

Esta necesidad de respuesta es mayor todavía en los niños que demandan mucho, que son, precisamente, los que más riesgo pueden tener de terminar siendo desoidos por unos padres agotados.

Pese a esta dificultad, negar esas demandas o transformarlas en una etiqueta de niño pesado o malcriado, en absoluto ayudan al niño a desarrollar una imagen fuerte y sana de si mismo, sino que le harán saber que sus necesidades son indeseables. Buscando un equilibro personal los padres pueden, con empatía, atender al niño y confiar en que, precisamente la atención, le ayudará a construir una personalidad más equilibrada en el futuro.

La alimentación a demanda y la crianza corporal, el sueño acompañado y una actitud serena ante las rabietas son precisamente la base para una autoestima fuerte, pues el pequeño aprende que es valorado y no ignorado. La frustración es, precisamente, la base de las inseguridades y lleva a que se busque la satisfacción de manera peligrosa incluso en años posteriores.

Los límites

Creo que ya hemos señalado que los límites no son incompatibles con una crianza respetuosa, es más, son necesarios.

Los límites son inevitables y en el descubrimiento del mundo el niño los aprende de forma directa. Sin embargo los padres debemos estar atentos y construir un universo físico y emocional que transmita los límites de forma coherente, clara y amorosa.

Igual que nuestro hijo merece ser respetado y no usaremos ni permitiremos que se usen con él las agresiones físicas, verbales o emocionales tenemos la obligación de enseñarle, si daña a otro, que también el otro merece la misma consideración.

Si bien los niños pequeños cuando dañan a alguien lo hacen más por falta de control o de comprensión que por deseo de dañar, no hay que ser permisivos en esto. Cuando no actuamos y dejamos que dañen a los demás por sus acciones, palabras o inconsciencia sin intervenir ni darles una correcta guía, unicamente estamos enseñándoles que ellos tienen derechos pero los demás no tanto.

Marcar límites, explicarlos, pactarlos cuando sea posible, ofrece al niño la seguridad necesaria en ellos mismos, en su entorno y en nosotros mismos. Sin límites el niño se siente perdido, no comprende que las relaciones humanas se basan en el respeto mutuo y cada vez será más complicado que sea capaz de desarrollar relaciones en armonía y no con imposición.

Por supuesto, los límites también se enseñan con el ejemplo. De hecho los niños de lo que aprenden es de nuestro ejemplo. Por tanto no debemos mostrarles que disfrutamos con el sufrimiento ajeno, ni de personas ni de animales, que no insultamos ni perdemos el control de manera agresiva en ninguna situación.

Una crianza de apego y respeto y la coherencia en los límites que ofrecemos a nuestros hijos son una receta básica para ayudarles a construir una personalidad con autoestima y empatía hacia los demás, un equilibrio necesario en todo ser humano.

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