Los padres y las madres de hijos varones tenemos mucho que hacer para evitar futuros asesinatos por violencia machista
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Los padres y las madres de hijos varones tenemos mucho que hacer para evitar futuros asesinatos por violencia machista

En estos últimos días son varios los casos que la prensa nos ha traído de violencia machista. Mujeres, y en algunos casos hijos, asesinados por hombres que debieron pensar que sus vidas les pertenecían como para hacer lo que quisieran con ellas. Historias horribles que se siguen perpetuando de año en año con unas estadísticas que dan miedo.

Hombres que matan a sus mujeres o ex-mujeres, a sus hijos, para hacerles daño. Hombres. Hombres que un día fueron niños. Niños. No puedo decir dónde estuvo el problema, si fue en la infancia o más tarde, pero esos niños, niños normales, se convirtieron en hombres horribles, así que como padre de tres hijos varones tengo clarísimo que tengo mucho que hacer para ayudar a evitar futuros asesinatos por violencia machista.

Qué dicen las estadísticas

Dicen los datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad que desde el año 2005 hasta hoy (porque en este año hay ya 24) ha habido 647 muertes por violencia machista. Si ampliamos el dato a 2003, la cifra aumenta hasta 789 víctimas.

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En lo que va de año, como digo, son 24 las víctimas. Esto podría hacernos pensar que la tendencia es a la baja, pero aún faltan 4 meses y se sabe que en diciembre suelen aumentar las llamadas de auxilio por este motivo (vamos, que a saber cómo acabará el año).

En cualquier caso, da igual. Son muchas las víctimas, varias seguidas en pocos días y a raíz de ello están surgiendo varios movimientos en la red, cada vez más activa, con mensajes como "Nos están matando" o "Ni una más". De entre ellos, quiero rescatar una entrada de Irene Garzón (la recordaréis por ser la autora del libro "La sociedad que vaciaba úteros") que ha escrito hoy mismo en su blog, titulada "Madre de hijas", donde ha explicado lo que como madre puede hacer y hace para educar a sus hijas ayudándolas a confrontar la violencia machista, pero con el lógico pesar de saber que en realidad no depende de ellas, sino de ellos, de los niños, de los hombres.

Porque sí, mucha gente dice que claro, que como las mujeres no denuncian, pues que luego pasa lo que pasa, y entonces lo que hay que conseguir es que las niñas de ahora sean mujeres capaces de huir del maltrato, de las malas palabras, de alguien que levanta la voz, de alguien que levanta la mano, que no permitan la más mínima falta de respeto.

Pero en el fondo eso solo es un parche, porque no todas las mujeres son así. Y si una adolescente acaba dejando a un individuo capaz de perderle el respeto, detrás puede llegar otra que no lo haga, y que empiece a tragar y tragar hasta que no haya solución posible. Y eso no es todo: tu hija puede huir a la primera falta de respeto: "lo siento, prefiero dejar la relación. No estoy a gusto", pero no puede controlar la reacción del chico, posible maltratador.

Es en ellos en quien hay que hacer el trabajo. Los padres de los niños varones somos los que tenemos la máxima responsabilidad con ellos, para que no sean quienes no queramos que sean.

Qué tontería, mi hijo nunca será uno de ellos

Ya, eso pensamos todos, que nuestro hijo jamás será capaz de hacer algo así. Pero mira, luego resulta que lo hacen. Excepto casos clarísimos, en que ya se ve que un hombre es terriblemente machista y maleducado, agresivo y misógino, lo que suelen proyectar los maltratadores no es eso. A ojos de la gente pueden ser personas afables, educadas, dialogantes... que no lo son tanto cuando la persona a la que se dirigen es su pareja, o sus hijos.

Si es que pasa siempre. No tenéis más que mirar la tele, cuando uno asesina a una mujer. Enseguida salen los vecinos, incluso algún familiar, que dicen eso de: "era una persona normal, jamás diría que fuera capaz de hacer algo así".

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Porque lo son, personas normales (bueno, para mí no lo son, si son capaces de algo así, pero ya me entendéis) que en algún momento de sus vidas llegaron a pensar que tenían el derecho de controlar las vidas de otras personas hasta el punto de hacerles daño si no les hacían caso.

No, no hace falta que sus padres sean maltratadores (aunque lo favorece, obviamente). Digamos que basta con no educarles lo suficiente, con no hacer de ellos personas respetuosas y cariñosas, para que acaben siendo quien no queremos que sean. Y si no lo llegan a ser, basta con enseñarles a huir de los problemas y no transmitirles unos valores para que sean esos amigos de los maltradores que ven, pero callan, convirtiéndose en cómplices.

Yo no quiero que mis hijos sean maltratadores ni quiero que sean cómplices del maltrato, así que por eso estoy escribiendo esta entrada.

Qué podemos hacer los padres de hijos varones para acabar con el maltrato

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Son muchas las cosas que podemos hacer para intentar que nuestros hijos no acaben protagonizando historias de terror como las que narran las noticias y para que sean especialmente críticos con el machismo que inunda diariamente la vida en sociedad:

  • Ser un ejemplo: lo que ven en casa es lo que consideran normal. Nuestros hijos tienen que ver que mamá respeta a papá y que papá respeta a mamá. Y tienen que ver que tanto mamá como papá les respetan a ellos. Nadie hace uso de la fuerza ni de la violencia verbal ni física para conseguir las cosas, sino que hacen todo lo posible para llegar a acuerdos por la vía del diálogo.
  • Que vean que papá y mamá son iguales: si papá y mamá les cuida, si papá y mamá se encargan ambos de la casa, si ambos son co-responsables de las tareas del hogar y de su educación estarán viendo igualdad cada día.
  • No amenazar ni pegar: ni a la pareja, obviamente, ni a los niños. Hay que evitar pegarles (ni siquiera aquello del cachete a tiempo) porque entonces estaremos consiguiendo lo que queremos mediante el daño infringido al otro. No deben pensar que está bien que arreglemos las cosas de ese modo porque no deben tener nunca la tentación de arreglarlas ellos con los demás de la misma manera.
  • Pasad tiempo con ellos: porque pasar tiempo con ellos, hablar de las cosas y hacerles partícipes de nuestras vidas hará que se sientan queridos, importantes y con un adecuado nivel de autoestima. Si en cambio se sienten ajenos, apartados, si sienten que no les incluimos, corremos el riesgo de que caigan en el "mis padres no me entienden, nunca han estado por mí... pasan de mí" y empiecen a tratar de buscar notoriedad allí donde no deberían, del modo que no deberían.
  • Que se sientan importantes para vosotros, pero no los más importantes: si los padres nos convertimos en mayordomos, si les evitamos cualquier frustración, si no les dejamos crecer y afrontar los problemas, porque se los solucionamos nosotros, pueden llegar a pensar que el mundo gira en su derredor, que tienen el derecho de exigir que los demás estén a su servicio. Corremos el riesgo de que pasen de pedir a exigir, que nuestra relación con ellos sea de sirvientes y que, cuando busquen una pareja, pretendan hacer lo mismo, tener una mujer que les sirva a la que puedan y deban exigirles cosas. Los niños no necesitan mayordomos, sino padres.
  • Que sepan qué es la amistad: que sepan que tener un amigo es tener cerca a alguien que te da mucho a cambio de nada, y viceversa. Que los amigos y las amigas merecen todo el respeto por su parte y que ellos deben exigir el mismo respeto. No es amistad si hay un interés de por medio y no es amistad si se pierde el respeto.
  • Que sepan qué es el machismo: que los hombres y las mujeres, aunque diferentes físicamente, somos exactamente iguales. Iguales en cuanto a derechos y deberes. Iguales en cuanto al respeto que merecemos. Iguales a ojos de la sociedad. Iguales en una relación de pareja, donde ninguno de los dos tiene que controlar al otro, ni decir lo que tiene que hacer, porque ninguno es posesión de nadie.
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  • Que sepan que las personas no son de nadie: que ellos no son nuestros, como dice Khalil Gibran, sino que vienen a través de nosotros para seguir aquí cuando nosotros nos vayamos. De igual modo, que las mujeres no son nuestras, que están con nosotros porque quieren, porque nos une el amor, el cariño y el deseo de llevar una vida en común.
  • Que sepan que a veces se acaba el amor: no es que haga falta hablarlo, pero cuando una pareja cercana se separa no está de más explicarlo. A veces se acaba el amor. A veces una pareja se da cuenta de que la cosa no ha funcionado y deciden seguir la vida por separado. Y eso está bien. Está bien porque cuando decimos "qué hijaputa, que le ha dejado" o "qué hijoputa, que la ha dejado", ellos pueden entender que todo se reduce a un culpable y una víctima, y que la víctima puede tener deseos de venganza o derecho a vengarse.
  • Que no hagan a nadie lo que no querrían que les hicieran: debe ser una máxima en sus vidas, que jamás le hagan a nadie nada que no quisieran que les hicieran, ni aunque sus amigos les inciten a hacerlo, ni aunque todos los demás lo hagan. Si creen que no está bien, si a ellos no les gustaría, que no lo hagan.
  • Que nunca permitan que hagan con su cuerpo lo que no quieran hacer: nadie puede obligarles a hacer algo que no quieran y en consecuencia ellos no tienen derecho a hacer nada a nadie que no les haya dado permiso para hacerlo. Deben respetarse a sí mismos, hacerse respetar y respetar a los demás.
  • Que no se callen: lo más probable es que ellos tengan claro que no tienen derecho sobre la vida de nadie, y que no son nadie para escoger quién vive, quién no vive, ni son nadie, en realidad, para arreglar las cosas mediante el uso de la fuerza y del castigo físico. Pero sí son alguien para no callarse, porque sí es probable que sean testigos de actos, o de conversaciones de otros chicos que sí hagan comentarios machistas. No deben callarse ni girar la mirada, pues el silencio no ayuda en nada a sus parejas o amigas, y como dijo Gandhi: "Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena".

Así que si eres padre o eres madre de un hijo varón ya sabes, somos responsables, actores principales, encargados de que la violencia de género no se siga transmitiendo. La generación anterior, la que nos educó a nosotros no lo consiguió, porque la violencia de género no está solo en las cifras de asesinato, sino en cada agresión, cada insulto, cada humillación y casi, casi, en cada rincón. Hasta en la televisión, cada día:

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No podemos cambiar el mundo, pero sí podemos actuar con nuestros hijos, y si nuestros hijos dejan de transmitir esa violencia, ellos sí podrán cambiar el mundo.

Fotos | iStock
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