¿Qué tipo de padres sois?
Ser Padres

¿Qué tipo de padres sois?

Seguro que si en la época de nuestros padres o nuestros abuelos alguien les hubiera hecho esta pregunta habrían puesto cara de "¿de qué me estás hablando?", porque por entonces se era el padre que se podía o se sabía y no se estudiaba tanto el estilo de educación de los padres ni se relacionaba con el posible resultado.

Sí, ya sé que la manera de ser de un individuo se determina por su carácter innato, el entorno en el que vive, los amigos, etc., pero oye, los padres son la base de todo ello, y no es lo mismo para un niño tener unos padres permisivos que unos autoritarios, como no es lo mismo tener unos padres tigre que unos helicóptero. ¿Qué tipo de padres sois vosotros?

Los padres permisivos

Empezamos con un tipo de padres que, por desgracia, creo que abundan bastante hoy en día. Han huido del autoritarismo imperante en décadas pasadas. Han decidido que eso de castigar al niño, pegarle y el "porque lo digo yo" no es exactamente lo que querrían hacer y optan por un estilo educativo menos riguroso, dejando al niño mucha más libertad, pero llegando a veces al punto de ser excesiva.

Eso en el caso de que hayan hecho ese ejercicio de rechazo hacia lo que recibieron y han escogido hacerlo diferente, porque puede suceder que eso no haya sucedido y que simplemente estén haciendo lo que han hecho toda la vida, ceder el mando a otro. Si de pequeños llegaron a ser totalmente anulados por unos padres muy autoritarios que consideraron que un niño bien educado es aquel que obedece continuamente a sus padres, se convirtieron en personas con poca capacidad de manejar ninguna situación, dificultades para tomar decisiones e inseguras sin una guía constante. Son personas muy capaces de hacer lo que se les pide, pero muy incapaces de crear o tomar la inciativa. Entonces, como padres, no es difícil que acaben por ceder totalmente ante los niños, que muchas veces acaban por tomar el mando de la situación.

Esto no es positivo, pues cuando un niño toma las decisiones el peligro es evidente. Puede hacer lo que quiera, cuando quiera, y puede someter a sus padres. Y ojo, no lo hace porque es un pequeño diablo porque muchas veces, un niño con padres permisivos, se porta muy mal porque está intentando llamar la atención de los padres para que, de una vez por todas, cojan las riendas del hogar: "te la estoy liando para que me digas de una vez hasta dónde puedo llegar". Pero si los padres no lo hacen, si siguen "obedeciendo", dejando al niño hacer lo que quiere o limitándose a cantar "no hagas esto, no hagas lo otro" sin ninguna autoridad para luego dejarlo por imposible, el mal funcionamiento de la familia se puede enquistar y el niño acabar creyendo que en realidad debe ser él quien controle la situación. Como podéis imaginar, es un estilo de crianza muy peligroso para los padres y peligroso para el niño, que debe asumir un papel que no le pertoca.

Los padres poco involucrados

"Ahora no puedo", "¿No ves que estoy ocupado?", "Ahora no tengo tiempo", "Cariño, ya voy para casa, ¿se han dormido ya los niños?", son frases que se le pueden oír a los padres poco involucrados en la educación de sus hijos. Tienen hijos porque toca tenerlos, o porque la pareja desea tenerlos y ellos (o ellas) no tanto. Sienten una mínima responsabilidad, pero se involucran poco en la educación porque oye, "entre el colegio, la tele, sus amigos o hermanos y los abuelos" ya le están educando.

A menudo deciden incluso tener más de un hijo para que, de ese modo, uno haga compañía al otro y la responsabilidad para con ellos sea aún menor: "así ya juegan entre ellos y yo no tengo que hacer nada", y "el mayor, que cuide del pequeño". Ya, lo sé. Esto que estoy diciendo suena muy duro, frío, calculador y premeditado, pero hay padres que tienen estos sentimientos. Si os preguntáis por el origen, pues será probablemente una vida llena de carencias e insatisfacciones que les lleva a crecer y llegar a la edad adulta aún con la sensación de tener que seguir recibiendo mucho de los demás. Vamos, que sienten que el mundo aún les debe mucho y, en consecuencia, ellos aún no están preparados para dar demasiado a los demás. Ni siquiera a sus hijos.

¿La consecuencia? Pues niños que no se sienten demasiado queridos, que se sienten rechazados, que pueden llegar a tener baja autoestima y en consecuencia dificultades en las relaciones sociales (por sentirse siempre inferiores), además de bajos resultados académicos.

Los padres autoritarios

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Son los de toda la vida. ¿Sabéis cuando alguien dice eso de "esto se ha hecho toda la vida y no ha pasado nada"? Pues son estos. Son los padres que consideran que los hijos deben obedecerles, que deben hacer lo que ellos dicen, como si fueran de su pertenencia y propiedad y pudieran tratarles con menos respeto del que merecen.

Les castigan, les gritan, pueden llegar a pegarles para tratar de enseñarles quién manda y cómo se hacen las cosas y tienden a ejercer la autoridad por la fuerza, en vez de a través del diálogo.

Una de sus frases de bandera es "quien te quiere, te hará llorar", y se la toman casi al pie de la letra porque consideran que aquellos niños que son tratados con rectitud y disciplina están siendo entrenados para una vida dura, en la que, teóricamente, se desenvolverán mejor.

El problema es que se confunde el respeto con el miedo y los niños no reconocen en realidad su autoridad, sino su capacidad de hacerles daño físico o psicológico. Tienden a tener baja autoestima, pueden llegar a ser demasiado sumisos y obedientes y acabar anulados en su capacidad de tomar decisiones y muchos llegan a ser adultos perdidos, que incluso cuando sus padres ya no están, siguen pensando "qué pensarían ellos si me vieran". Ante tal control, muchos niños se vuelven mentirosos para evitar los castigos y las reprimendas y el motivo para hacer el bien no es otro que evitar que a ellos se les haga el mal.

Los padres helicóptero

Siempre sobrevolando a sus hijos, pendientes de todo, de anticiparse a cualquier problema y poner remedio antes de que aparezcan. Cuando son bebés es lógico ser así, pero poco a poco los padres deben dejar de sobrevolar para ir dejándoles más autonomía, a medida que ellos la van pidiendo.

Corren el riesgo de acabar convirtiéndose en los mayordomos de sus hijos, por eso que lo hacen todo por ellos aun cuando los niños son capaces de hacerlo por sí mismos. Les eligen la ropa que se tienen que poner, se la ponen ellos porque así van más rápido, les echan ellos el agua, les cortan la carne y les quitan los ingredientes que no les gustan, si comen fuera. De hecho, si comen fuera, les eligen la comida. Quieren evitar cualquier problema y cualquier sufrimiento, pero se pasan de largo porque, en cierto modo, viven la vida que deberían vivir sus hijos.

Esto es un problema para los padres, que dedican su vida de manera plena a vivir la de sus hijos y después, cuando el hijo pide autonomía, lo entienden como un rechazo o como falta de gratitud, y es un problema para los hijos, precisamente porque aunque al principio, de pequeños, es positivo, más adelante no lo es, porque no pueden crecer como individuos, al estar limitados constantemente por las elecciones "correctas" de sus padres. Vamos, que no pueden equivocarse nunca ni aprender porque no pueden ni siquiera escoger cómo vivir.

Los padres tigre

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Puestos de moda por la madre tigre, son aquellos padres que se suman al carro de la educación oriental que tiene por norma lograr sacar del niño su máximo potencial productivo. El mundo de las emociones y la diversión queda relegado a un segundo plano para entrar de lleno en la competitividad más dura, donde debe destacar en el colegio, estudiando mucho tanto dentro como fuera de la escuela, tocando algún instrumento tratando de llegar al virtuosismo y rechazando los juegos y juguetes, a menos que sean educativos, pues se consideran una pérdida de tiempo.

A la vista de la sociedad, son niños espléndidos porque muestran todo lo que una persona adulta aspira a ser: alguien de éxito. Sin embargo, la lucha por lograr eso de pequeños esconde una profunda dejadez en cuestiones de apego, de empatía, de inteligencia emocional y son niños que pueden llegar a mostrar muchas carencias en este sentido. Son niños que muchas veces se rebelan ante la constante lucha por colmar unas expectativas paternas muy elevadas (con frustraciones importantes) o que incluso se vuelven tan perfeccionistas y obsesivos que no disfrutan de sus logros, por aspirar siempre a más.

Los padres democráticos

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Los he dejado para el final porque son el tipo de padres que todos deberíamos tratar de ser (o como mínimo conocerlos, para tener la referencia de lo que, a día de hoy, se considera ideal). Son padres muy comunicativos, que huyen de las soluciones rápidas como el cachete a tiempo o los castigos porque saben que la educación es un proceso a largo plazo. Son capaces de establecer unas normas claras y las explican a sus hijos para que las entiendan y las interioricen, poco a poco. Les dejan autonomía para que puedan ir aprendiendo a hacer las cosas, pero les observan por si después, en privado, consideran oportuno hablar de ello.

Al hablar con los niños, tratan de hacerles pensar para que caigan en sus propios errores, aunque en caso de que la situación deba detenerse al instante (porque están molestando o haciendo daño a alguien), actúan con rapidez para cortar la acción, explicar por qué no debe hacerse eso y hacer ver la diferencia entre lo que está bien y está mal, tratando de lograr que el niño se ponga en el lugar de la otra persona.

No se les oye muchas veces un "No", aunque lo usan cuando es preciso. Consideran que lo importante no es decir "No" a un niño para educarle, sino tener claro cuándo utilizarlo. Para ello son capaces de transformar un "no hagas eso" en un "si haces eso, podría pasar esto otro".

Suelen gozar de buen humor, pasan mucho tiempo con los hijos y establecen una relación de confianza con ellos tal, que la comunicación es enriquecedora, los niños se sienten queridos y seguros (con una autoestima alta en comparación con el resto de niños) y todo es más fácil. Los niños tienden a ser más sinceros y deciden comportarse bien porque quieren ser buenas personas, y no para evitar ningún castigo, cachete o reprimenda, precisamente porque sus padres no hacen uso de todo ello.

Pero, yo soy más de uno, o un poco todos, o depende de la época

Hablamos de estilos educativos, claro, y precisamente porque somos humanos, seres racionales y cambiantes, podemos ver que a veces es difícil situarnos en uno u otro estilo. ¿Qué tipo de padres sois? Pues más de uno dirá que empezó siendo uno, que luego pasó a ser otro y que ha acabado siendo el de más allá. O que según qué momento es uno y según qué momento es otro.

Bien, esto de ser padres no es nada fácil, creo que todos los que lo somos lo tenemos claro, pero creo que es interesante tocar el tema y las definiciones para conocer las posibles consecuencias. Claro que nos vamos a equivocar muchas veces, cientos de ellas, pero si el cariño está por delante, y sobre todo las buenas intenciones, seguro que nuestros hijos (que también se equivocan) sabrán entendernos.

Mientras tanto, mientras aprendemos, debemos tratar de aproximarnos lo máximo posible al estilo de padres democráticos, que se les llama así porque tienen muy en cuenta la voz y el voto de sus hijos en las cuestiones familiares, pese a que ellos no dejan de ser padres. Es decir, los niños no están al mismo nivel de jerarquía, pero es algo que tampoco hace falta dejar claro, porque al ser capaces de explicar las normas, al ser capaces de dialogar con los niños, al ser capaces de dar las razones y dedicar tiempo a ello, ellos, los hijos, aceptan que ellos, los padres, tienen la autoridad para serlo (los niños no sienten la necesidad o la obligación de tomar el mando, como en el estilo permisivo).

¿Y cómo lo hago?

Pues eso me pregunto yo muchos días, cómo hacer para llegar a ser un padre democrático, porque hay días que lo hago de libro, pero hay días que me quedo solo en el intento y que me cuesta sacar la pata de lo hondo que la he metido. Pues no tengo muchos consejos, pero lo que a mí me suele funcionar es el respirar un momento, no tratar de forzar las cosas, para que salgan solas, y probar con pasar más tiempo con ellos. Sorprendentemente, cuando les dedicas más tiempo, la comunicación empieza a fluir mejor, la relación se restaura (si se había deteriorado) y empiezan a escucharte más que cuando estás tan ocupado que acaban haciendo lo posible por llamar tu atención (por las buenas y por las malas).

Ánimo, paciencia, no os torturéis por los errores que habéis cometido y que seguro cometeréis, tened claro que son niños, y que ellos también se equivocan (y hacen cosas inexplicables), pero interiorizad que ellos están aprendiendo y tienen más excusa. ¡Ah!, y como digo, pensad que muchas de las cosas que hacen son porque buscan nuestra atención, esa que, por lo que sea, llevamos unos días sin darles.

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