Por favor, no hables de lo bien que duerme tu hijo delante de unos padres recientes
Nuestras experiencias

Por favor, no hables de lo bien que duerme tu hijo delante de unos padres recientes

Uno de los recuerdos del postparto que más pesan en mi mente es lo poco que dormí y lo mal que lo pasé. Tener un bebé prematuro en casa que necesitaba tomar el pecho cada dos horas con su correspondiente paseo por casa gracias al reflujo que sufría, hacía que la noche transcurriera en pequeños lapsos de sueño de 45 minutos. Hubo un par de días que terminé llorando de impotencia por sentirme incapaz de llevar esa carga tan pesada y por no disfrutar de la llegada de mi bebé como pensaba que lo haría.

Recuerdo también la primera vez que hablé de ello con una amiga que era madre de dos niños ya mayores: su respuesta fue un frío "los míos durmieron del tirón siempre", cuando lo único que necesitaba era un poco de empatía. Inconscientemente necesitaba escuchar de alguien que ya había pasado por eso que en efecto era una situación dura, que yo no era una "blanda" por sentirme mal y que claro, en algún momento vería la luz. En ese momento empecé a pensar que mi caso era la excepción a la regla.

Esa primera conversación fue seguida de otras con diferentes personas, (aunque hubo excepciones, por supuesto), que incluían frases del tipo "pues mi hijo duerme del tirón desde el primer mes", o "mi hijo es un santo: me deja dormir desde el primer día". También "¿has probado a no dejarle dormir siesta?" (sigo dándole vueltas a cómo hacer para que un bebé no se duerma cuando tiene sueño) y el famoso "pues enchúfale un biberón y verás como duerme toda la noche". Ahora que lo pienso, si me hubiesen dado un euro por cada vez que escuché esa frase, ahora mismo estaría escribiendo esto desde una playa del caribe tomándome un mojito.

La culpa, ese enemigo invisible que te ronda desde que te conviertes en madre

Postparto

Frases como estas se van acumulando en tu mente como pequeñas piezas que al juntarlas, revelan un mensaje que todos te quieren decir (o al menos eso deduces): algo estarás haciendo mal si todos los bebés del mundo duermen como unos benditos y el tuyo no.

En ese momento aparece el sentimiento de culpa. Además de lidiar con todo lo que supone la recuperación física del postparto, el reequilibrio de tus hormonas y el no dormir, se suma una voz interna que no te deja en paz y te dice que puede que el bebé no duerma porque no le pones el suficiente empeño, porque le estás mal acostumbrando, porque no cumples a rajatabla las rutinas que todos recomiendan, o por el motivo que sea. Llegas a pensar que el bebé no duerme por tu culpa, y no porque sea una cuestión inherente a su desarrollo.

Empatía, ese valor que necesitamos tanto cuando somos padres primerizos

Empatia Postparto

Mi hija cogió el peso adecuado (de hecho era un bebé gordito y sonrosado), y el reflujo desapareció, pero las noches en vela no. En una noche normal tenía unos cinco o seis despertares nocturnos en los que incluía una toma y algún cambio de pañal. Mi ánimo y mi aspecto delataban esa falta de sueño, porque aquello de "duerme cuando el bebé duerma" (otra frase para enmarcar), es una utopía: especialmente si trabajas desde casa, tu marido está todo el día fuera y no tienes familia en la que apoyarte.

Después de un tiempo, entendí que aquí no habían "culpables". Que cada bebé tiene su ritmo, que da igual que se alimente con pecho o con biberón: si su cerebro no está preparado para dormir del tirón, puedes darle primero, segundo, postre y pan: no dormirá hasta que su pequeño cuerpo lo decida así.

Durante todos esos meses (que en realidad fueron años, porque mi hija hasta los dos y medio no empezó a dormir del tirón), pocas veces sentí empatía por parte de mi entorno -que por cierto, estaba lleno de padres de niños de distintas edades-. Por eso desde aquí abogo porque no compartáis vuestras experiencias si no es para aportar algo positivo a las personas que os están escuchando, especialmente en un momento en el que nos sentimos tan vulnerables como cuando somos padres primerizos, donde tanto madres como padres corremos una altísimo riesgo de caer en depresión, y en donde la inexperiencia te llena de temores en cada paso que das. Y una última cosa: empatía también es escuchar. A veces solo necesitamos eso.

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