Josefa Ros, investigadora española de Harvard y autoridad mundial en el aburrimiento: "Hay que dejar de vender que necesitamos tiempo para aburrirnos porque nos hará más creativos o más trascendentales. Esto no sucede"

Josefa Ros, investigadora española de Harvard y autoridad mundial en el aburrimiento: "Hay que dejar de vender que necesitamos tiempo para aburrirnos porque nos hará más creativos o más trascendentales. Esto no sucede"
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Josefa Ros Velasco, presidenta de la Boredom Society (ISBS), investigadora postdoctoral en la Universidad de Harvard hasta 2019 y actualmente investigando en la Universidad Complutense de Madrid, lleva más de 12 años estudiando el aburrimiento.

Autora del libro La enfermedad del aburrimiento (Alianza Editorial, 2022), es considerada la mayor experta sobre aburrimiento, y también una de las más reconocidas internacionalmente en esta área. La hemos entrevistado en exclusiva para Bebés y Más sobre este curioso fenómeno y esto es lo que nos ha contado. De entrada, rompe el mito de que el aburrimiento por sí solo estimule la creatividad.

El aburrimiento no es nuevo: lleva siglos entre nosotros

¿Qué es el aburrimiento?

Estamos frente a un fenómeno atemporal que lleva existiendo desde hace siglos. De ello han dado buena cuenta tanto filósofos como teólogos, expertos en ciencias de la salud mental, desde al menos la época del Imperio Romano, y podríamos decir que incluso antes, desde la Grecia Antigua.

Es una experiencia que nos reporta malestar, sensación de fastidio y dolor. Surge cuando no están en sintonía nuestra necesidad de estimulación y lo que estamos percibiendo del entorno. Se produce una inadecuación entre esa necesidad de estimulación y lo que nos ofrece la realidad presente, y se traduce en la sensación de falta de significado.

¿El aburrimiento siempre tiene una función?

Sería lo ideal, el aburrimiento en sí mismo debería cumplir con una función, pero no siempre la podremos cumplir. La función es la de señalar que estamos empleando energía en una actividad que para nosotros no tiene valor.

Gracias a que lo experimentamos a través del malestar, del dolor, recibimos ese mensaje de "estoy aquí invirtiendo mi tiempo, mi energía, en algo que para mí realmente no es significativo, algo que no me estimula adecuadamente, algo que estoy perdiendo el tiempo y gastando tontamente mi energía". En el momento en el que nosotros recibimos este mensaje tenemos la opción de reaccionar frente a esto para tratar de huir del malestar.

El aburrimiento es disfuncional si no podemos reaccionar ante él

¿Cómo podemos reaccionar ante el aburrimiento?

Diseñando una estrategia de huida, es decir, implementando, imaginando un cambio frente a la situación presente y poniéndolo en práctica. Ahora bien, existen circunstancias en las que el aburrimiento no puede cumplir con esta función.

Por ejemplo, cuando somos conscientes de que nos estamos aburriendo, pero somos incapaces de imaginar un escenario más deseable. Ya sea por falta de creatividad, por un trastorno de la personalidad o porque esos recursos no se encuentran disponibles.

¿Es entonces cuándo el aburrimiento se torna disfuncional?

Sí, o cuando somos perfectamente capaces de saber qué nos gustaría estar haciendo en lugar de lo que nos está despertando aburrimiento, pero no podemos poner en práctica ninguna estrategia de huida.

¿Qué ocurre si nos estancamos en el aburrimiento?

Entonces nos quedamos atrapados en el malestar, y eso a la larga desencadena estados de frustración, de ansiedad y de estrés, y si esto permanece en el tiempo, se desarrollarán conductas desadaptativas, trastornos del estado anímico o de la conducta, reacciones violentas...

Descansar es lo contrario del aburrimiento

¿Qué diferencia hay entre aburrirse y descansar?

Son dos fenómenos completamente distintos y hasta me atrevería a decir que opuestos. Piensa que si uno está sin hacer nada, está descansando porque así se lo autoprescribe para reconectar con sus propios pensamientos o para no hacer nada.

"El aburrimiento lo que te señala son estados en los que no deseas permanecer".

Mientras tú estás en ese momento, estás disfrutando, estás sintiendo bienestar. Es justo lo contrario del aburrimiento. Es decir, ese momento en el que tú te tumbas en el sofá y, por ejemplo, te pones a dormir.

Mientras no te cause malestar, no está relacionado con el aburrimiento, porque tú deseas permanecer en ese estado. El aburrimiento lo que te señala son estados en los que no deseas permanecer.

¿Salir del aburrimiento no sería tratar de salir de las emociones que nos generan malestar? Y en realidad, es importante transitar todas las emociones, todas las emociones tienen su función.

Realmente, a mí me parece que es lógico que el ser humano trate de huir de aquellas emociones que le causan un malestar. Pero es verdad que a veces, en algunas ocasiones, sí que tiene su función también el dolor.

Obviamente, todas las emociones "negativas" tienen su función. Cuando hablábamos de esto de tolerar el aburrimiento, se trata de que estemos un poquito dispuestos a aguantar el dolor.

El aburrimiento no nos hace más creativos, y esta es la razón

¿Y eso de que el aburrimiento nos hace ser más creativos...?

Creo que es un mito. La gran mayoría de las veces no respondemos al aburrimiento a través de un proceso reflexivo, sino de manera inconsciente.

El aburrimiento simplemente implica producir un cambio, pero ese cambio no tiene por qué ser ni original, ni innovador, ni completamente desconocido. A veces creamos una opción totalmente nueva, pero la gran mayoría de las veces recurrimos una y otra vez a lo que ya conocemos.

Entonces, ¿no es recomendable aprender a tolerar el aburrimiento? ¿Hemos de salir siempre de él?

Siempre vamos a tener que salir del aburrimiento, pero esto tiene varios matices. Yo lo que no recomiendo es autoinfligirse aburrimiento. Y no confundir los términos; aburrirse no es lo mismo que descansar.

La gran mayoría de las veces que sentimos aburrimiento, es cuando estamos haciendo cosas por obligación, y no cuando estamos en nuestro tiempo de ocio o descansando.

Pero no tiene sentido vender esta idea de "tenemos que tener tiempo para aburrirnos". Porque con la falsa esperanza de que esto nos va a hacer ser más creativos, que vamos a desarrollar un pensamiento introspectivo mucho más trascendental, esto no sucede.

"No tiene sentido esta idea de tener que tener tiempo para aburrirnos, porque con la falsa esperanza de que esto nos va a despertar la creatividad, esto no sucede."

Cuando nos estamos aburriendo, como lo que queremos es huir de ese aburrimiento de la forma más rápida posible, dejamos que no medie ese proceso reflexivo. No estamos realmente atentos y no pasamos por ese proceso de detenernos a pensar por qué nos estamos aburriendo.

¿Qué sería entonces tolerar el aburrimiento?

Para mí tolerar el aburrimiento significa que en lugar de dejar que sea el cerebro siempre el que decida por nosotros, adoptar una actitud un poquito más hipervigilante.

Es decir, vamos a centrarnos en el momento en el que estemos experimentando, vamos a tratar de identificar la causa y vamos a tratar de desplegar conscientemente, aunque esto conlleve un gasto energético, cuáles son nuestras opciones más exitosas a largo plazo para dejar de aburrirnos.

Pensar es imprescindible para dejar de aburrirse

Hablas del hecho de pensar como una forma de salir del aburrimiento.

Claro, si realmente queremos hacer del aburrimiento algo mejor, tenemos que pasar por esa fase de pensar. De pensar qué nos lo genera y de pensar cómo queremos evitarlo. Y claro, pensar también es muy doloroso. ¿Por qué?

Porque conlleva un ejercicio de reevaluación, de tomar conciencia de uno mismo, de cuáles son mis expectativas, de qué es lo que yo deseo, qué no estoy haciendo bien, qué sí estoy haciendo bien, qué me está aportando el entorno en el que me encuentro... Digamos, es un ejercicio de leerte a ti mismo la cartilla.

"El aburrimiento es una experiencia puramente subjetiva"

¿No estamos entonces siempre buscando estimulación?

Cada uno de nosotros tiene una demanda de estimulación completamente distinta. Cada persona es distinta. Esto está determinado por factores genéticos, biológicos, ambientales, educativos, sociales... Es decir, la propia sociedad a veces también marca cuál tiene que ser nuestra necesidad de estimulación. Una misma actividad a ti te puede parecer sobreestimulante y a mí me puede parecer hipoestimulante. De manera que, claro, el aburrimiento es una experiencia puramente subjetiva.

Los niños y las personas mayores, los que más se aburren

¿El tipo de aburrimiento de niños, personas mayores o adultos, es diferente?

Sí, es distinto. Ambos son grupos etarios que se aburren mucho, pero por cuestiones diferentes. Los jóvenes y adultos por ejemplo nos encontramos en un momento de cumplir con ciertas metas profesionales y personales. Estamos en una carrera que tiene un ritmo vertiginoso, ¿no? Nos aburrimos menos.

Los niños en cambio se aburren enseguida de todo; se dan cuenta de que hay infinidad de opciones para llenar ese catálogo y por tanto, no quieren quedarse con tres o cuatro opciones. Quieren verlas todas antes de empezar a decidir qué es lo que realmente a ellos les hace sentir que están ocupando su tiempo de forma significativa.

¿Y eso de que "es bueno que los niños se aburran"?

Si el niño no tiene esa orientación (si no le ofrecemos un catálogo de opciones), va a desarrollar estrategias frente al aburrimiento. Pero no todas ellas te van a gustar. No todas ellas van a ser adaptativas. Cuando una de esas estrategias se traduzca en consumir drogas, en fumar porros, no te va a gustar nada.

Y te arrepentirás de no haber pasado más tiempo con él y de dedicarle ese tiempo a orientarle hacia respuestas que a ti te parezca que son valiosas, que están en línea con tus valores, etc.

No culpo a los padres actuales de querer aferrarse a ese tipo de eslóganes. Porque les dan un respiro, les descargan la conciencia. ¿Por qué? Pues porque trabajamos todo el día, trabajamos los dos. No tenemos tiempo para nada, ni fuerza, ni ganas.

Pero es que no nos queda otra. Si no lo hacemos como padres, lo van a hacer las redes sociales. Lo van a hacer los influencers, lo van a hacer sus amigos. Otras personas van a ejercer esa influencia.

Entonces, ¿es la curiosidad de los niños la que hace que se aburran más?

Sí, efectivamente, por paradójico que pueda parecer. El hecho de probarlo todo hace que también se aburran fácilmente de aquellas cosas que ya han probado, porque quieren cosas nuevas, quieren nuevos estímulos, quieren seguir explorando, y es lo lógico y está muy bien que sea así.

El problema es cuando esa curiosidad se coarta en ese proceso de construcción de catálogo de opciones, si al niño le mandamos el mensaje de que la opción preferente es coger un teléfono móvil o una tablet, pues a la larga se va a quedar con ese mensaje.

"Esta es mi opción para llenar el tiempo", y es cuando llegan las adicciones en la adolescencia y la edad adulta. Es muy importante que, aunque estemos cansados, como padres, sigamos impulsando esa creatividad. No esperes que el niño vaya a la estantería a buscar un libro; el niño va a inventar mil trastadas, y no todas ellas te van a gustar.

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Imagen de Freepik

¿Y en el caso de las personas mayores...?

Son personas que han tenido mucho tiempo para pensar qué les gusta y qué no, de manera que tienen un catálogo muy reducido, pero muy bien construido.

Pero, en el momento en el que los sucesos vitales les empiezan a afectar, esto afecta a ese catálogo (los hijos se marchan de casa, te sientes más aislado, pierdes movilidad...). Y una de las opciones de tu catálogo ya deja de estar disponible. Y al mismo tiempo las personas mayores están menos predispuestas a introducir opciones nuevas a partir de cierto momento.

"Hay que hablar del aburrimiento sin miedo a lo doloroso que pueda resultar. O nos hacemos cargo de él o acabaremos siendo máquinas".

¿Aprender a gestionar el aburrimiento es una forma de cultivar la autonomía para ellos?

Sí, que se conozcan a sí mismos, es muy importante para ellos. Quizás puede parecer que se favorece su autonomía si le dices "vete a tu cuarto y abúrrete", que algo saldrá de ahí. Bueno, pues son niños, no perdamos eso de vista.

No es lo mismo que lo haga mi pareja, pero ellos son niños. Queremos que sean autónomo pero no que tomen decisiones para las que no tienen herramientas aún para tomarlas.

Como adultos, el hecho de aprender a gestionar el aburrimiento, ¿dirías que es una forma de ser más autónomos (también a nivel emocional)?

Completamente, para llegar a ese punto tienes que hacer los deberes socráticos de conocerte a ti mismo y los deberes kantianos, de atreverte a pensar. Es la forma de seguir madurando de una forma saludable.

Y haciendo del tiempo algo productivo, no en el sentido tradicional y capitalista, sino de algo con lo que te sientas satisfecho y no pienses, "jo, me pasé todo mi tiempo haciendo lo que me decían que tenía que hacer".

Así puedes tener una relación sana con el aburrimiento

¿De qué forma podemos cultivar una relación sana con el aburrimiento, o qué sería una relación sana con el aburrimiento?

Hay momentos de aburrimiento cortos en los que no se te permite nada, por ejemplo estás en la parada del metro, tienes diez minutos, pues ahí te viene bien llamar a alguien, entrar en las redes, ver un vídeo en Youtube…

Está maravilloso. Soy la última que demonizaría la tecnología o las redes sociales. Pero considero que construir una relación sana con el aburrimiento tiene que pasar siempre por este proceso reflexivo, tiene que pasar por el pensar, no hay otra opción.

Así que la única forma de construir esa relación más sana y menos dolorosa es que estemos dispuestos a vigilar y a analizar en profundidad nuestros estrados de aburrimiento y a construir de ellos algo siempre mediante un proceso reflexivo.

No hay que tener tanto miedo a evaluarse a uno mismo. No pasa nada si te estas equivocando, esa es tu oportunidad de reconducirlo, pero si siempre alivias el aburrimiento por la vía fácil, siempre te tomas "la píldora", al final te volverás a ver abocado a esa situación de aburrimiento una y otra vez.

¡Muchas gracias por esta interesantísima entrevista, Josefa!

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