¿Podré querer a otro hijo tanto como al primero? La duda existencial que me acompañó durante mi segundo embarazo

¿Podré querer a otro hijo tanto como al primero? La duda existencial que me acompañó durante mi segundo embarazo
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Mi segunda hija llegó de forma sorpresiva: después de planear convertirnos de nuevo en padres, y teniendo en cuenta que quedarme embarazada de la primera me costó tanto, pensaba que tendría tiempo de sobra para hacerme a la idea de vivir de nuevo la maternidad y disfrutar de la primera un poco más.

Tres meses después ya estaba sacando del armario toda la ropa premamá porque la barriga de embarazada había emergido como un Ave Fénix. Mi segunda hija estaba de camino y no me dio tiempo ni de asimilar si estábamos preparados para su llegada.

Asimilando que viene otro bebé

Segundo Bebe

Al principio me embargaron unos nervios de no-primeriza-pero-casi por todo lo que ya sabía que se me venía encima: noches sin dormir, reorganización de la casa, cambio drástico en las rutinas... una orquesta de la que ya conocía su repertorio pero que prometía una serie de desafíos que seguro lo harían entrenenido.

Uno de ellos fue imaginarme a mi primera hija como hermana mayor. No paraba de preguntarme cómo afectaría la llegada de otra personita a esa relación tan especial que habíamos contruído ella y yo. Mi miniyo, mi tesoro más grande compartiría su cetro y su corona y enseguida apareció de nuevo ese fantasma que nos ronda a las madres desde que nos enteramos que un bebé viene de camino: la culpa.

No entendía por qué sentía que le estaba traicionando. Me daba miedo pensar que el traer un hermanito a casa dañaría esa relación y que modificaría (para mal), esa armonía tan bonita que habíamos construído. Siempre pensé que los hermanos eran un regalo de vida, pero desde este lado de la historia, no estaba siendo muy fácil de encajar.

¿Por qué no estoy tan emocionada como la primera vez?

Segundo Bebe

También sentía culpa por el bebé que venía en camino. Las primeras veces son más emocionantes que las segundas y esta no era la excepción. Me hacía muchísima ilusión imaginarme de nuevo con un bebé en casa y tenía ganas de disfrutarle, ya sin los miedos de madre primeriza, y tenerle en brazos todo el tiempo que yo quisiera (porque ya sabía que ellos se acostumbran, pero nosotros más), pero no era tan intenso como la primera vez.

Sin embargo, de forma paulatina y gracias a las mariposas en el estómago ese pequeño bebé fue peleando por su sitio en nuestra familia. Ya no solo se movía cuando escuchaba mi voz y la de su padre, sino que lo hacía con la de su hermana mayor, que le saludaba y le daba las buenas noches antes de irse a dormir.

¿Pero llegaré a querer tanto a mi segundo bebé como al primero?

Segundo Bebe

Esa era la pregunta del millón que no me dejaba de dar vueltas en la cabeza, hasta el momento en el que mi pareja la pronunció en voz alta. Me quedé perpleja al comprobar que sentíamos los mismos temores y los mismos miedos. Él también tenía su relación especial con su pequeña y no podía dejarse de preguntar si sería capaz de sentir todo eso tan fuerte y tan incondicional por la segunda.

Después de meses dándole vueltas en la cabeza a todo, de ver su cunita y su ropa preparada, la ilusión de su hermanita mayor y las ganas de verla, resultó que la respuesta a la pregunta llegaría justo en el momento en el que me la pusieron en mi regazo. El amor a primera vista existe, y este se multiplica de una forma que no se puede casi ni definir con palabras. Sucede de una forma inexplicable, pero sucede. Vuelves a sentir ese amor infinito e incondicional por tu pequeño y compruebas eso que alguna vez escuchaste: el amor no se divide, sino que se multiplica con cada bebé.

Imagen | Freepik

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